¿Qué queremos? Reflexión en torno a los medios y los fines.
Profundo conocedor de la naturaleza y de lo más profundo del ser humano, Tomás de Aquino observó que en todo movimiento o acción, se busca algo: un objetivo, una meta, un fin que siempre es querido como bueno porque de alguna manera nos perfecciona. El pájaro que aprende a volar y se lanza de su nido, el girasol que busca la luz del sol a través del movimiento del tallo, el saludo a un conocido, el palpitar del corazón, el tomar cada día el camino en dirección al trabajo… todos son ejemplos de actos o acciones que persiguen conseguir algo.
Cada decisión presupone querer algo por alguna razón. Unas veces lo querremos consciente y otras inconscientemente. Los seres irracionales siempre lo hacen de forma natural o espontánea, como las plantas o los animales. Buscan su fin, su meta siguiendo su instinto o propio desarrollo natural. En nuestro caso, en cambio, al tener inteligencia para conocer y voluntad para querer, podemos realizar actos libres y decidir qué queremos. Podemos perseguir nuestros fines o metas conscientemente y podemos asimismo fijar cuáles son estos fines.
Ya vimos que lo que todos anhelamos es nuestra felicidad. A ella orientamos nuestras decisiones sean éstas pequeñas o grandes, a largo o a corto plazo, con tal de que nos acerquen a ese ideal. Y no podemos renunciar a quererlo. A esta felicidad a la que tendemos es a lo que se denomina “fin último”, aquello que nos mueve por sí mismo pero no por otra cosa que quisiéramos por ella, por eso es último. Habrá cosas que queramos como fines o bienes, pero que no serán últimos porque los orientamos hacia la felicidad, como son el trabajo, el dinero, el éxito… Dice Santo Tomás al respecto: “Si apetecemos las riquezas es en atención a otra cosa, pues por sí mismas no producen bien alguno, sino sólo cuando nos servimos de ellas para sustentación del cuerpo o para cosas semejantes; […] rinden el mayor provecho cuando se las gasta, pues para eso sirven. Según esto, la posesión de las riquezas no puede ser el sumo bien del hombre” (Suma Contra Gentiles, III, cap. 29).
Es importante para nuestra vida y para nuestras elecciones saber distinguir los verdaderos fines de los que sólo son medios para los verdaderos fines, y esto está en nuestra mano hacerlo, pues “el averiguar si lo que se le propone como sumo bien lo es en realidad o no, depende del entendimiento” (Ibid, cap. 26). Es importante no confundir los medios con los verdaderos fines. Ni los fines en general con el verdadero fin último. Lo que le convierte en último es que, una vez poseído, no se desea nada más porque sacia totalmente nuestro deseo de felicidad, en ese sentido nos perfecciona totalmente, y por eso no se busca por otra cosa sino por sí mismo. Sólo el Ser Infinito puede ser, en este sentido, el verdadero fin último. Y la plata, el dinero y los medios materiales en general son importantes porque nos acercan al fin último, pero no pueden ser fines en sí mismos.
Averigüemos, pues, cuáles son nuestros fines para no confundir lo verdadero con lo aparente.
María Esther Gómez de Pedro
Dirección Nacional de Formación General