Novedad de Santo Tomás de Aquino

El recuerdo del móvil de la vida de Santo Tomás: llevar a los demás, adecuándose a cada uno, la verdad contemplada y conocida, debe ser inspiración para quienes le tomamos como patrono en una obra educativa de tan grandes dimensiones.

A punto de salir al descanso veraniego se celebra, el 28 de enero, la fiesta de nuestro santo patrón. Por eso, aprovechemos este suceso, antes de continuar con las reflexiones sobre las virtudes cardinales, para recordar lo que se celebra este día y cuál es su significación.

A los 49 años de edad, el 7 de marzo de 1274, murió fray Tomás de Aquino en la Abadía cisterciense de Fossanova, Italia. Iba camino de Lyon cuando se sintió repentinamente enfermo y, sabiendo llegado su momento, pidió morir en un monasterio, entre monjes. Allí descansó su cuerpo, protagonista de varios milagros, durante casi cien años. Sin embargo, un tiempo después de su canonización, el Papa francés Urbano V pidió el traslado de sus restos mortales al convento de Toulouse, cosa que se efectuó el 28 de enero de 1369. Por último, en el siglo XX, la reforma litúrgica fijó esta fecha como fiesta del santo, para poder celebrarla de forma apropiada sin quedar velada por la austeridad propia del tiempo de Cuaresma, en que cae el 7 de marzo.

La santidad de fray Tomás fue ratificada muy pronto por la Iglesia. Sirvió para sancionar la novedad que las órdenes mendicantes de franciscanos y dominicos habían traído a la sociedad. A tiempos nuevos, hombres nuevos; y esta novedad –perfectamente encarnada por Tomás- y que arrastró a tantos jóvenes a abrazarla, supuso una verdadera renovación en cuatro ámbitos principales, tal como ha señalado recientemente S.S. Benedicto XVI en la audiencia del 13 de enero del presente año.

Frente a la indolencia de los apegos materiales, mostraron que era posible vivir la alegría de la pobreza evangélica sin apegarse a las riquezas que quitan libertad; ante la vasta ignorancia y el hambre de saber, ellos apostaron por la predicación a todo el pueblo de las grandes verdades de la salvación –para lo cual debían formarse con el estudio y la oración-; como estrategia pastoral, colocaron sus conventos no en las zonas rurales, sino en las urbanas junto a las universidades, donde se juega el destino de la sociedad, dando vida a “auténticas escuelas de pensamiento”.

“Los más grandes pensadores, santo Tomás de Aquino y san Buenaventura, eran mendicantes, trabajando precisamente con este dinamismo de la nueva evangelización, que renovó también el coraje de pensamiento, del diálogo entre razón y fe. También hoy hay una “caridad de la y en la verdad”, una “caridad intelectual” que ejercer, para iluminar las inteligencias y conjugar la fe con la cultura” (S.S. Benedicto XVI).

Tal novedad puede suscitar también hoy respuestas parecidas, como sugieren con fuerzan estas palabras del Papa: “El empeño llevado a cabo por los Franciscanos y los Dominicos en las Universidades medievales es una invitación a hacerse presentes en los lugares de la elaboración del saber, para proponer, con respeto y convicción, la luz del Evangelio sobre las cuestiones fundamentales que interesan al hombre, su dignidad, su destino eterno” (idem).

El recuerdo del profundo móvil de la vida de Sto. Tomás: llevar a los demás, adecuándose a cada uno, la verdad contemplada y conocida, debe ser inspiración para quienes le tomamos como patrono en una obra educativa de tan grandes dimensiones. Que nuestro descanso estival sea un cambio de actividad que, bien aprovechado, redunde en el ideal de nuestra Misión.

 

María Esther Gómez de Pedro

Coordinación Nacional de Formación Personal