Qué nos aconsejaría hoy Santo Tomás de Aquino ante el cambio

Juzgar con sabiduría, vivir fraternidad, fe y razón para el conocimiento y practicar virtudes

Todo cambio exige una adaptación, especialmente si llega de repente y rompe esquemas. Y qué duda cabe de que estamos afrontando cambios en nuestra vida. Independientemente de que para unos sea más fácil que para otros, siempre nos viene bien compartir experiencias para aprender y aplicar las que más nos ayuden. Eso pretenden, ciertamente, los consejos, que valoramos más cuando provienen de personas de fiar y a quienes estimamos. Pues bien, me gustaría proponer un paralelo entre los consejos que Santo Tomás dio para el estudio y los que podría darnos hoy.

Una vez un compañero le pidió consejo a Fray Tomás de Aquino para afrontar con éxito su estudio, que se le presentaba como un gran desafío. El fraile dominico, que sabía mucho de estudiar y de entusiasmar a otros en el conocimiento de las ciencias y, en definitiva, en el acercamiento a la verdad, le dio estos consejos, que hemos adaptado del original.

  1. Empieza a estudiar por lo que entiendes para pasar luego a lo más difícil.
  2. Más que hablar, escucha.
  3. No quieras andar averiguando los hechos ajenos.
  4. Conserva la paz de tu conciencia.
  5. Muéstrate amable con todos.
  6. Evita ser trabajólico y perfeccionista.
  7. Juzga lo que se dice y no tanto quién lo dice
  8. Trata de comprender qué lees y oyes y guárdalo en tu memoria
  9. Aclara tus dudas y trata de asimilar lo que aprendes.

Además de que nos hace bien recordarlos, nos orienta para intentar averiguar qué aconsejaría en esta situación de pandemia mundial, de teletrabajo sin salir de casa, de adaptación a un modelo diverso de enseñanza aprendizaje en la educación. Sugiero los siguientes puntos:

Juzgarlo todo con sabiduría, que “considera las causas altísimas […] Por eso le compete juzgar y ordenar todas las cosas, (a partir de) las causas primeras” (Suma Teológica, I-II, q. 57, a. 2). Al mirar más allá de lo sensible e inmediato, que tarde o temprano pasa, se puede descubrir lo profundo y estable, que en definitiva es el ser y el sentido de todo, que es Dios y su providencia.

Emplear fe y razón en armonía para conocer la realidad. Con nuestra inteligencia podemos saber y profundizar en la ciencia, pero la realidad es más amplia y no se agota ahí, por eso la fe abre un ámbito mayor de conocimiento, que completa lo anterior y se basa en lo que Dios mismo revela de Sí mismo y de su creación. Necesario, pues, que “además de las materias filosóficas -científicas, resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la revelación” (Ibid, I, q. 1, a. 1).

Vivir la fraternidad con intensidad: al ser seres sociales, cada persona necesita “ser ayudada para conseguir su propio fin. La mejor manera de ayudarse es el amor mutuo entre las personas” (Suma contra Gentiles, Libro III, cap. 117).

Esforzarnos con intensidad en practicar las virtudes más necesarias: la prudencia para reflexionar y discernir los medios buenos más adecuados para conseguir las metas, la precaución basada en un sano y razonable temor ante el peligro, la paciencia para sobrellevar con buen ánimo las dificultades propias y ajenas, la esperanza basada, primero, en el amor de Dios que nunca falla y que nos sostiene, y, segundo, en el esfuerzo conjunto de toda la humanidad, la afabilidad o trato respetuoso y adecuado hacia las personas, el uso razonable del tiempo y los recursos, como parte de la justicia con los otros y con uno mismo, evitar a toda costa la maledicencia y “copucha” hablando mal y murmurando de otros, y denigrando su buena fama, así como toda falta contra la verdad, en relación a las noticias y a la propia situación (para no sobre exigirse indebidamente). El recurso a Dios en la oración es clave, pues ayuda a relativizar lo pasajero y a valorar lo que realmente vale, sobre todo al afrontar la muerte, ante la que se abre una promesa de inmortalidad (Cfr. Sobre virtudes en la Suma Teológica, II-II).

Tomás de Aquino también pasó por crisis y vivió siempre en paz, la que da la conciencia recta y la certeza de que Dios, fin último, junto a las herramientas humanas para crecer, no deja de proporcionarnos su soporte y su cuidado. Sus consejos quedan, pues, a nuestra disposición.

 

Esther Gómez de Pedro,
Dirección Nacional de Formación e Identidad