Las lecciones para la vida en agosto
Luces para el camino nos dan quienes supieron vivir una vida auténtica
Agosto. Agosto ha sido un mes muy intenso y lleno de vivencias. No me ha supuesto sólo un breve descanso en el año académico, revisión del semestre o un adelantar tareas, sino algo más. Me ha permitido acercarme a varios personajes cuya vida me ha entregado lecciones. Y, ¿no implica la vida un continuo aprender para mejorar y vivir de manera más auténtica?
Agosto me ha permitido encontrarme con ciertas personas y redescubrir unos modelos de vida que me parecen siguen siendo actuales. La primera persona tiene una tremenda riqueza a 500 años de su nacimiento. Es una mujer del siglo de oro español, reformadora, escritora, con una voluntad de acero y una envidiable capacidad para hacer amigos y suscitar entregas radicales a su paso por las ciudades y campos de España. Es santa Teresa de Jesús, o de Ávila, como se la conoce fuera de la tierra que la vio nacer y morir. Precisamente ha sido en su tierra natal, en un Congreso, donde se presentó a inicios de este mes su faceta de “maestra de vida”. En efecto, ella supo aprovechar muy bien su vida viviéndola a lo grande, siguiendo su corazón magnánimo y lleno de deseos. En su juventud escogió un camino que, aunque al principio no fácil, dejaba atrás las nimiedades que ofrece las apariencias del mundo: éxito, vanidad o placer y aferrarse al único Bien que dura para siempre y satisface nuestro deseo de felicidad radical. Y cuando alcanzó la meta de amor de su vida no se contentó con guardarlo para sí sino que la acercó a otros, y por eso se complicó la vida metiéndose a fundar conventos y a reformar la orden carmelita, además de escribir sobre la importancia de la oración. Teresa me enseña la lección de que existe un Dios con el que es posible establecer un diálogo personal de amor y una relación de correspondencia que, cuando es verdadera comunión de amor, trae como consecuencia ordenar la vida y buscar el bien de los demás. La Teresa del “Nada te turbe… Sólo Dios basta” me enseña que su vivencia también puede ser mía, que puedo orar la vida.
También he redescubierto a un hombre del siglo XX que revolucionó el Chile de su momento porque creía en el amor verdadero, él mismo se sentía profundamente amado y por eso se sentía urgido a llevar ese amor a todos. Alberto Hurtado fue otro santo. Me enseña que su gigantesca actividad caritativa brotaba de la misma fuente de amor que vivió santa Teresa y que le desbordaba el corazón en la entrega. Y por eso se retrataba con la famosa frase de “Mi vida un disparo a la eternidad”, dirigida, sí, a la eternidad, pero haciendo a la vez todo el bien posible a su paso por la tierra, porque la eternidad se labra en esta vida. El cielo es solidario. San Alberto me da una lección de una solidaridad muy aterrizada en la tierra porque supo mirar al cielo y vivir desde ahí su amor y esperanza. Cosa que también recuerda la reciente fiesta de la Virgen María, del 15 de agosto, que es elevada al cielo en cuerpo y alma.
No puedo olvidar a Juan Pablo II, que nos acompaña en el Tema Sello este año, y su vivencia y lucha a favor del irrenunciable valor de la vida de la persona humana. ¡Cuántas lecciones nos da! Por último, el inspirador de estas cápsulas, Tomás de Aquino, coincidiría conmigo en estas lecciones que me ha entregado agosto y no creo se enfade por no recurrir esta vez a su sabiduría. En definitiva, ¿no abre su gran obra de la Suma Teológica mostrando el camino más sublime que se le abre a todo hombre: el del conocimiento y amor de Dios? Y por eso, ¿no serán estas lecciones para todos?
Esther Gómez
Dirección de Formación e Identidad