La venida del Niño Dios no fue un deber

“…es propio del amor unir al amante con el amado en cuanto es posible”

 

Mucho se ha escrito sobre el sentido y la esencia de la Navidad que, por cierto, se prolonga durante 8 días, hasta el 1 de enero. Se escuchan reiteradamente conceptos como: fraternidad, familia y paz. En efecto, todo eso es parte de esta fecha, pero si echamos mano de la filosofía, que busca la causa más profunda de todo, sale a flote que la verdadera causa y lo que da sentido profundo a la Navidad no es otra cosa que el nacimiento de un Niño hace más de dos mil años. Acontecimiento que dividió la historia en un antes y un después, por primera vez Dios se hizo uno de nosotros asumiendo todo lo nuestro y rescatando lo que había de oscuridad en nosotros. Este suceso fue algo inaudito que tuvo y sigue teniendo repercusiones para quienes lo acogen en sus vidas.

Y si seguimos preguntando por la causa de ese hecho, Tomás de Aquino, en la Suma contra los gentiles, apunta a una pista muy reveladora: “El amor de Dios a los hombres se mostró de la manera más eficaz al haber querido unírsenos en persona, pues es propio del amor unir al amante con el amado en cuanto es posible” (l. IV, cap. 54). Así pues, por amor quiso Dios unirse a cada uno/a de haciéndose uno de nosotros. Como amor recíproco, es amistad y esta -sigue diciendo en su Suma Teológica– “se conserva mediante la recompensa de los beneficios; que pertenece especialmente a la virtud de la gratitud” (II-II, q. 106, a. 1, ad 3). El agradecimiento, pues, parece formar parte del espíritu de la Navidad.

La actitud de agradecimiento brota de la conciencia de haber recibido algo de manera gratuita, y que exige cierta respuesta hacia quien entrega el don. Brota, pues, de una apertura del corazón y una mirada positiva, que no exige, sino que agradece y se entrega a otros. En este caso, la venida del Niño Dios no fue un deber, sino que brotó del amor y por eso debiéramos agradecerla de corazón. Pues, en general, ¿qué agradecer?: las fuerzas para vivir cada día, la entrega de cada persona, una sonrisa, pero, sobre todo el que Dios siga regalándonos la vida y tantos dones a través de otras personas que colaboran para poder vivir en sociedad, cada docente, administrativo, directivo, joven, estudiante, madre, padre, hermano.

La gratitud es una virtud que implica una especie de devolución natural ante algo recibido, “que, gracia por gracia, recompensa a nuestros bienhechores” (Ibid, II-IIa, q. 106, a 1). Tal actitud por la que se “recompensa por un beneficio es, sobre todo, fruto del afecto” (a. 3, ad 6) y, como toda virtud, ha de vivirse de la manera y en el momento adecuado, pues: “los beneficios se han de hacer a su debido tiempo, y llegado el tiempo oportuno no se deben diferir; y esto mismo debe observarse cuando se trata de recompensarlos” (a. 4, ad. 3).

Quizás tomar conciencia del don inmenso recibido con la Navidad nos haga más agradecidos con el autor del don y con todos quienes colaboran a perpetuarlo y a hacerlo vida. Por eso en Navidad cuidamos la familia y los lazos de fraternidad, que son expresión del amor de Dios, ese Dios que ha “querido unírsenos en persona”. Y lo manifestamos con regalos de gratitud, dirigidos, en primer lugar, al Niño Jesús.

 

Dra. Esther Gómez de Pedro

Directora nacional de Formación e Identidad, Santo Tomás