El respeto a la igual dignidad: construir y embellecer a la mujer

La mujer es capaz de entender la realidad en modo único

Al desplazarme hoy en metro me llamó hoy la atención que, en el lugar de los típicos anuncios de publicidad, vi rostros de mujeres, mujeres chilenas que expresan su valor y aporte a la sociedad. Me identifiqué con ellas, sus rostros eran cercanos. “Mes de marzo, mes con rostro de mujer”, pensé.

El tema de la mujer es de actualidad perenne, y por eso va más allá de marzo, aunque estos últimos años ha ido cobrando una centralidad especial. Y hay maneras y maneras de abordarlo. A veces se hace desde la reivindicación, otras desde la denuncia y otras desde la evidencia de lo que es la mujer. Pero siempre hay una base común: que es la que expresó con acierto Tomás de Aquino y que es el soporte teológico de su dignidad: “La imagen de Dios se encuentra tanto en el varón como en la mujer” (Suma Teológica I, q. 93, a. 4), cosa que les confiere una especial dignidad.

Denunciar lo que vaya en contra del reconocimiento de su dignidad, o reivindicar un trato conforme y coherente con la misma -en sueldos, igualdad de oportunidades, no solo en el mundo laboral sino en el proyecto familiar compartido- se apoyan en la dignidad de persona humana. Es decir, ser racional y libre que no sólo es fin en sí mismo, sino que, además, es querido por sí mismo por Quien le dio su semejanza y le destinó a una grandiosa vocación. Esa dignidad como valor especial de cada persona no es algo cultural ni sujeto a estereotipos, sino que es su fundamento. Distinción importante, por cierto.

Me parece que se trata de construir a partir de ese fundamento, pero de una manera correcta y coherente con él. Esa base no es una creación cultural, aunque la cultura cumpla su rol en ciertas modulaciones y concreciones: sino que existe inserto en el “ser” mismo de la persona (concepto metafísico). Ese “ser” se concreta y modula como persona femenina o como persona masculina. Esa doble modalidad encuentra su raíz justamente en el “ser” y por eso comparten el mismo valor y dignidad. No parece lógico, por tanto, pretender la deconstrucción del fundamento, que terminaría con el mismo ser. Por eso, parafraseando a Píndaro, podría decirse: “mujer, sé la que eres”. Es decir, despliega al máximo, asumiéndolo y embelleciéndolo, lo que eres: en tu dimensión corpórea y espiritual que te conforman como una unidad en tu persona. Por ejemplo:

“En la mujer la “capacidad de acogida del otro” favorece una lectura más realista y madura de las situaciones contingentes, desarrollando “el sentido y el respeto por lo concreto, que se opone a abstracciones a menudo letales para la existencia de los individuos y la sociedad”. Se trata de una aportación que enriquece las relaciones humanas y los valores del espíritu. […] La mujer es capaz de entender la realidad en modo único: sabiendo cómo resistir ante la adversidad, haciendo «la vida todavía posible incluso en situaciones extremas» y conservando «un tenaz sentido del futuro. […] En este cometido manifiestan una forma de maternidad afectiva, cultural y espiritual, de un valor verdaderamente inestimable, por la influencia que tiene en el desarrollo de la persona y en el futuro de la sociedad” (nn. 16-7, “Varón y mujer los creó”, 2019 Congregación para la Educación Católica).

Los rostros que me llamaron la atención en el metro hablaban de respeto por lo concreto, de sentido del futuro, de apoyo y entrega. Más que perder la base que ha hecho y lo seguirá haciendo posible, propongo desplegar, embelleciéndola y purificándola, la riqueza propia de la mujer, a una con la del varón, llamados a una complementariedad armoniosa.

 

Esther Gómez, Directora Nacional Formación e Identidad Santo Tomás