El pensamiento crítico a la luz de Amanda Labarca
“Enseñar … nos obliga a una introspección y un examen crítico de nosotros mismos”
No es porque se exija hoy en los procesos formativos de toda educación secundaria, ni porque esté de moda, sino que su vigencia radica en que somos seres racionales que vivimos y actuamos a partir de lo que conocemos. Por eso podemos afirmar que el pensamiento crítico es una exigencia de nuestra racionalidad humana que requiere de ciertas condiciones para desarrollarse a cabalidad. El rostro del Tema Sello 2021 es Amanda Labarca porque, entre otras muchas cosas, valoró y transmitió la importancia de esta actitud. Veamos algo de cómo lo hizo.
Esta mujer nació en 1885 y vivió 85 años llenos de contrastes mientras rompía moldes y abría caminos para el desarrollo pleno de los miembros de su sociedad, especialmente de la mujer. Pudo recibir una educación integral (no sólo intelectual sino también cultural, espiritual y moral), pues fue de las primeras mujeres de su época en completar estudios superiores, y la primera en sustentar una cátedra universitaria. Precisamente por el valor transformador de tal educación, luchó para que estuviera al acceso de todos y lo concretó no sólo en sus escritos sino en la creación de instancias educativas y formativas como Institutos y los famosos Círculos de lectura para mujeres, a partir del 1915. Sabía que sólo un conocimiento lo más completo posible del mundo, las ciencias, la realidad y la historia, que “incluye el pasado como un tesoro de experiencias”, y, por supuesto, de la riqueza de cada persona, nos habilita para cultivar lo mejor de cada uno y, como consecuencia, entregar lo mejor a los demás y la sociedad. Los educadores deben ser ejemplo de lo que quieren promover:
“No podemos enseñar sino por el ejemplo y esto nos obliga a una introspección y un examen crítico de nosotros mismos. […] Sobre todo, tenemos miedo de mirar la verdad frente a frente; a veces por cobardía, a veces, por evitarnos el dolor de abjurar de nuestros más queridos prejuicios, preferimos vivir en la ignorancia” (“Preludios a un foro”, en Feminismo contemporáneo, Memoria chilena).
A ello se orienta el pensamiento crítico que discierne entre lo verdadero y lo falso -etimológicamente crítica alude a lo relativo a krinein, verbo griego que significa separar o decidir-, es decir: facilita las bases para conseguir un conocimiento adecuado que nos habilite a vivir y decidir desde la verdad, especialmente superando lo que lleva a falsedades. Esto se concreta, en primer lugar, en contrastar los fundamentos de opiniones o afirmaciones, propios y ajenos, para validar su correspondencia o adecuación con la realidad, o, en caso contrario, corregirlos; en identificar fuentes confiables y las que no lo son, como sucede con tantas opiniones de moda, la posverdad o las fake news. De ahí su centralidad para tomar decisiones adecuadas o prudentes, que piden un conocimiento cabal de la realidad, mirar a la experiencia para aprender de ella, saber proyectar y considerar las circunstancias. “La prudencia verdadera es la que aconseja, juzga e impera con rectitud en orden al fin bueno de toda la vida” (Suma Teológica, II-II, q. 47, a. 13, in c). En segundo lugar, se concreta en un correcto razonamiento que concluya certeramente a partir de las premisas, sin pasos incorrectos o minimizando las influencias de intereses o afectos sobre la razón, a la que pueden enturbiar.
Al respecto, Santo Tomás indica justamente, según las dos aplicaciones del pensamiento crítico, que los juicios errados pueden deberse a una doble causa: a un conocimiento que no se ajusta a la realidad o a una incorrecta deducción racional personal. Dice: “es posible que el error acaezca en la aplicación del principio universal a algo particular por su deducción falsa o por algún presupuesto falso” (Cuestión sobre la sindéresis, I, a 2, ad. 1). Y como buscamos por naturaleza saber, no cualquier cosa, sino la verdad, es clave poner los medios para ello evitando el error.
Educación integral y desarrollo del pensamiento crítico contribuyen, concluimos, al bien personal y al común, a los que ayuda, a su vez, esa racionalidad cordial impulsada por Amanda Labarca.
Esther Gómez
Dirección de Formación e Identidad, UST