Descansar bien

Seguramente Tomás de Aquino propondría un descanso humanizador que nos acercara a nuestro fin último.

Igual que día y noche, mañana y tarde o invierno y verano, también trabajo y descanso forman una pareja indisoluble. Así es, igual que dedicamos un tiempo a diario para descansar cada día, es justo y necesario darse un tiempo para recuperarse del agotamiento del año. Y si las máquinas paran cada cierto tiempo y los autos pasan su revisión técnica cada 10.000 kms, con mayor razón nosotros hemos de cesar la actividad, normalmente durante las vacaciones. Y como otras veces nos será útil preguntar a Santo Tomás de Aquino qué consejos nos daría para afrontar ese tan merecido descanso -suponiendo, claro, que hemos trabado sin flojera y sin desperdiciar el tiempo.

“Es tan natural para el hombre trabajar como lo es para el pájaro volar”, reconoce Santo Tomás, así como que es preciso interrumpirlo a intervalos, porque necesitamos el descanso del cuerpo y del espíritu. Tal descanso es en esta vida de carácter transitorio, pero, de alguna manera, nos permite anticipar o preludiar el definitivo, el de la patria definitiva: la visión de Dios cara a cara.

Pues bien, si la relación entre trabajo y descanso es tan natural y obvia, podremos establecer ciertos paralelos, y para ello atenderemos a sus funciones. Son tres las que tiene el trabajo: una económica, otra social y otra psicológica. Por la primera nos procura los medios necesarios para vivir, pero no de cualquier manera, sino honestamente; por la social, el trabajo crea relaciones fraternas, promueve la solidaridad y se puede rendir un servicio a los demás, mientras que por la última, psicológica, cumplimos con la exigencia inherente al hombre de auto realizarse y de formar la propia personalidad, en la medida que perfeccionamos nuestras cualidades y optimizamos nuestras facultades; para ello, obviamente, hay que realizar ese trabajo con vocación y con dedicación, y no sólo por mero cumplimiento del deber, quedar bien ante el jefe y recibir un sueldo. ¿Podremos aplicar al descanso estas mismas funciones? Intentémoslo.

Si el descanso nos permite recuperar fuerzas y energías, también cumple la primera función, la económica, al capacitarnos mejor para ganar los medios para vivir. Por eso no tiene sentido un descanso que nos agote o nos canse más, no cumpliría la primera función, como sucede en el caso de planificar viajes y actividades en vacaciones de tal manera que al final se termina más cansado.

En relación a la social, también debería cumplirla, pues en el descanso se pueden crear o anudar lazos de amistad y emplear el tiempo y las energías en ayudar a otros. Esta ayuda se concreta de mil maneras, desde una acción solidaria o misionera, o de atención a personas o familiares que viven solos o a los que hace tiempo que no se ve, o de transmitir conocimientos o entusiasmo como una forma de servicio. También aquellos que dedican horas e incluso días de su descanso al trato con Dios en un retiro espiritual, están cumpliendo esta función, y de una manera excelente.

La última función, la que contribuye al crecimiento personal, se logra cuando el descanso nos plenifica y perfecciona, cosa que no se logra sin “hacer nada” o dejándose llevar pasivamente de la pereza, sino siendo activos. Ahora bien, la actividad debe ser distinta de la habitual para que implique un descanso real, y ha de ser conducente al bien de la persona -entendido de forma integral: tanto corpórea como espiritualmente.

Parece, entonces, que el descanso hemos de vivirlo virtuosamente. Pues para cumplir estas tres funciones hemos de aprovechar el tiempo de forma justa y juzgando con prudencia las actividades a realizar, dominando la pereza con la templanza y ordenando el recto disfrute de los bienes sensibles para no caer en excesos, y ser fuertes y pacientes ante los obstáculos que se presenten. Prudencia, justicia, templanza y fortaleza de nuevo aparecen en escena. ¿Y qué decir de la fe, esperanza y caridad, las virtudes sobrenaturales? Santo Tomás nos ayudaría a descubrir a Dios por la fe en el descanso y en lo que le rodea, a poner la esperanza en el descanso y bienaventuranza eternos y a amarle en el transcurso de una actividad ordenada en la que se busque agradarle.

Tomás de Aquino, que trabajó tan intensamente y supo disfrutar de la contemplación y el descanso, propondría un descanso humanizador que nos acercara a nuestra meta y fin último.

 

María Esther Gómez de Pedro

Coordinación Nacional de Formación Personal