Conexión y aprendizaje: el Papa a los jóvenes chilenos
“¿Qué haría Cristo en mi lugar?”, para ser protagonistas de la historia.
“Profe, ¡fue realmente genial! Ser voluntario y luego encontrar al Papa en Maipú con los jóvenes, me llegó al corazón”. Esto me transmitía un antiguo alumno hace unos días, a raíz de la visita del Papa. Estaba realmente conmovido, y sus palabras textuales son:
“Fui al encuentro con los jóvenes en Maipú y realmente fue demasiado impresionante estar presente, su mensaje de inclusión de los jóvenes siendo católicos o no, cristianos o no, creyentes o no, un discurso en que nos invitaba a bajar los pies del sillón y salir de la zona de confort, lamento que no se haya aprovechado la oportunidad y que más jóvenes se acercaran. Pero la misión que queda en quienes hemos escuchado es a compartir el mensaje y hacer ruido. Agradezco la invitación de todo corazón y me siento sumamente feliz de haber participado de esta actividad que marcará un antes y un después, en mí por lo menos”.
Estas palabras hablan por sí solas. Además, le encantó que el Papa aludiera a la conexión a internet y a los celulares, que es tan cercano a los jóvenes. En efecto, pensaba yo, el Papa, como buen maestro sabe que la mejor manera de enseñar algo es partir de lo que conocemos previamente, y de ahí, hacer nexos o vínculos con lo que se quiere enseñar y que esté conectado con lo anterior. Tal como como lo dijo Santo Tomás de Aquino hace tiempo, “[…] todo el que enseña procura conducir al que aprende de las cosas que éste ya conoce al conocimiento de las que ignora” (Suma Teológica, Ia parte, q. 117, a. 1, in c).
Si algo resulta cercano y conocido para los jóvenes son los celulares y las conexiones en redes sociales. Eso, en lo que ocupan tanto tiempo y les sirve para comunicarse con los demás, fue el punto de partida para presentar otra conexión: la más originaria para nuestra condición de persona: la que nos conecta con nuestro Origen y nuestro Fin: que es Dios. Las famosas preguntas que Kant hizo famosas: “¿De dónde venimos, a dónde vamos, y cómo hemos de comportarnos?” encuentran su respuesta más profunda y verdadera en Aquel que nos creó y nos dio la vida, con una misión y una meta, que no es otra que la del amor, verdadero y profundo. La conexión con Cristo, Dios hecho hombre, de manera parecida a lo que generan las conexiones virtuales aunque salvando las distancias, es lo que más plenitud y felicidad nos da como seres humanos. Y también para esto hace falta una clave que mantenga la conexión y la batería llena, contraseña que los miles de jóvenes corearon junto con el Santo Padre y que no es otra que la frase del P. Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”. A través de ciertos medios que nos conectan con Cristo como la oración, los sacramentos o la práctica de la caridad real, se nos hace posible ser protagonistas de la historia. Así lo decía el Papa:
“Todos estamos entusiastas, la fe se renueva –que un retiro, que una predicación, que un encuentro, que la visita del Papa–, la fe crece pero después de un tiempo de camino o del «embale» inicial, hay momentos en los que sin darnos cuenta comienza a bajar «nuestro ancho de banda», despacito, y aquel entusiasmo, aquel querer estar conectados con Jesús se empieza a perder, y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal. Al quedarnos sin esta «conexión» que es la que le da vida a nuestros sueños, el corazón empieza a perder fuerza, a quedarse también sin batería. […] «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Esa es la contraseña, esa es la batería para encender nuestro corazón y encender la fe y la chispa en los ojos, que no se les vaya. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y de alegría. Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos corazones apagados, opacos que se olvidaron de lo que es esperar; en tantos que son «fomes» y esperan que alguien los invite y los desafíe con algo que valga la pena. Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí donde estés, con quien te encuentres y a la hora en que te encuentres”.
Este alumno tenía razón: abrirse a la felicidad a la que el Papa invitaba desde la conexión con Cristo no puede dejarnos indiferentes: hay que transmitirlo e iniciar un proceso personal de asemejarnos al modelo. ¿No es eso algo de lo que el Papa vino a recodarnos? “Si quieres paz y felicidad, vive la justicia,” (parafraseando sus palabras del Parque O’Higgins): eso es asumir el protagonismo.
Esther Gómez
Directora Nacional de Formación e Identidad