Cada persona necesita “ser ayudada para conseguir su propio fin”

Llegó marzo y, en efecto, se instaló. Este dicho tiene su peso en los países que, como Chile, retoman su período lectivo y laboral en marzo, tras las vacaciones del verano. Por un lado, se alude a las exigencias económicas del inicio de curso, pero también a la dificultad de retomar una serie de hábitos -de trabajo o de estudio- que quizás quedaron en el olvido durante los días estivales.

Pues bien, independientemente de que para unos sea más fácil que para otros, siempre podemos aprender de otros y contar con su ayuda y por eso me gustaría recordar los consejos que dio Tomás de Aquino a un colega para estudiar con fruto, porque pueden aplicarse también hoy, y no sólo al estudio. A su compañero, el fraile dominico, que sabía mucho de estudiar y de entusiasmar a otros con la ciencia y la verdad -teórico y práctica-, le dio estos consejos, que hemos adaptado del original del siglo XIII.

1. Empieza a estudiar por lo que entiendes para pasar luego a lo más difícil.
2. Más que hablar, escucha.
3. No quieras andar averiguando los hechos ajenos.
4. Conserva la paz de tu conciencia.
5. Destina tiempo a la reflexión y a la oración.
6. Muéstrate amable con todos.
7. Evita ser trabajólico y perfeccionista.
8. Juzga lo que se dice y no tanto quién lo dice
9. Trata de comprender qué lees y oyes y guárdalo en tu memoria
10. Aclara tus dudas y trata de asimilar lo que aprendes.

Estos consejos adaptados son realmente didácticos, pues invitan a generar las condiciones que faciliten la disposición interior de apertura al conocimiento, evitando distracciones que a la larga impiden aprender, o situaciones que pueden generar estrés. Por ello, qué mejor que ir poco a poco, entendiendo cada cosa y empezando por lo que nos es más fácil o más cercano (aprendizaje significativo) para ir avanzando hacia lo que sea más difícil, y esto de manera constante y realista, en tiempos y esfuerzos.

Además, cada persona debe insertar su estudio o trabajo en un proyecto de vida más amplio, pues se estudia o trabaja para vivir, pero no al revés, y por eso cada uno debe conocer su ritmo, sus fortalezas y debilidades que le permitan ser realista con lo que hace o estudia, y con la manera de llevarlo a cabo. A eso responde la vocación personal de cada quien que, por ser seres sociales, tiene también una dimensión comunitaria. En efecto, cada persona necesita “ser ayudada para conseguir su propio fin. La mejor manera de ayudarse es el amor mutuo entre las personas” (Suma contra Gentiles, Libro III, cap. 117) que, para lo que nos ocupa, ayuda a generar esas condiciones interiores de apertura a la verdad, y de contribución al bien común.

Tomás de Aquino sabía que debemos potenciar lo que somos para lograr la máxima altura de la vida, por eso invita a poner todos los medios naturales humanos y a abrirse a los sobrenaturales para crecer, conocer, y sobre todo para vivir la verdad, por la que merece la pena sacrificarse en el día a día, y así ser felices. Pues no hay excelencia personal sin esfuerzo.

Esther Gómez de Pedro,

Dirección Nacional de Formación e Identidad