¿A quién debemos amar más?
“Así como es la familia, así es la humanidad, porque así es el hombre” (Juan Pablo II).
¿A qué damos prioridad en nuestra vida? ¿Cómo cultivamos nuestras distintas relaciones personales: amigos, hijos, padres, pareja, compañeros de trabajo…? ¿Cuál de esas relaciones es más importante? Santo Tomás de Aquino, experto en humanidad (Doctor Humanitatis), nos ofrece un criterio general de orden: “el amor a diversas personas debe apreciarse en función de los motivos diferentes de unión, o sea, que se quiera más a uno que a otro según lo que corresponde a la unión por la cual se ama” (Suma Teológica II-II, q.26, a.8). Es decir, el tipo de amor y el grado de importancia de una relación dependerán de la causa que la origina.
¿A qué persona debo querer más? “El ser humano debe quererse más a sí mismo que a cualquier otro” (q.26, a.4). ¿Por qué? Porque “respecto de sí mismo no se tiene propiamente una relación de amistad, sino algo mayor que ella… Cada uno tiene consigo mismo una unidad (substancial), que es superior a cualquier unión” (q.25, a.4). Todos los demás amores derivan del amor primero y substancial hacia uno mismo, pero no es egoísmo, pues “el amor con que uno se ama a sí mismo es la forma y la raíz de la amistad, ya que con los demás tenemos amistad en cuanto nos comportamos con ellos como con nosotros mismos” (ibíd.).
Solamente hay un amor antes que el amor a uno mismo: el amor al principio y fuente universal de todo bien y de toda unidad, “por el cual no sólo el hombre en su integridad natural quiere a Dios sobre todas las cosas y más que a sí mismo, sino que también lo hace cualquier otra creatura a su modo” (q.26, a.3).
¿Y qué pasa con las demás personas? ¿A quién se debe preferir? Santo Tomás sostiene que hay que amar más a los que nos son más próximos y, específicamente, dar prioridad a cada uno en el área que le corresponde: a los conciudadanos en lo propio de la vida civil, a los compañeros de trabajo en lo laboral, etc. “Por eso, en lo tocante a la naturaleza [de la vida humana], debemos amar más a los familiares:… en las bodas se invita a la familia, al igual que el primer deber será proveerles de alimento… Pues, si comparamos los distintos tipos de relación entre sí, es evidente que la unión basada en el origen natural tiene prioridad y es igualmente la más estable, ya que se da en lo que corresponde a la sustancia (de nuestro ser), mientras que los otros vínculos sobrevienen y pueden desaparecer. Por eso es más estable la relación entre consanguíneos. No obstante, pueden ser más fuertes otras amistades en lo que es propio de cada una” (q.26, a.8).
La relación con nuestros familiares es la primera y más fundamental. Lo que no podemos descuidar. ¿Y, dentro de la familia, a quién debemos amar más: padres, hijos o cónyuge? La respuesta de Santo Tomás, como siempre, no es tajante ni simplista, sino matizada. No se trata tanto de amar más a uno que a otro, sino de distintos tipos de amor, debido a “los distintos motivos de unión en los cuales se fundan”.
Así, “el padre y la madre son amados como principio de nuestro origen natural” (q.26, a.10); por lo cual les debemos el máximo amor “de respeto y honor” (q.26, a.9, ad1). En cambio, “los padres aman a sus hijos como una prolongación de sí mismos” (q.26, a.9); por lo cual ellos “deben a sus hijos el cuidado de atenderles” (ibíd., ad1). Por otra parte, “desde el punto de vista de la unión, en cambio, debe ser más amada la esposa, por la unión que tiene con el esposo, formando con él una sola carne… Por eso la esposa es amada más intensamente” (q.26, a.11). En efecto, “entre el marido y la mujer existe la máxima unión de amor, ya que no sólo se unen en el acto sexual…, sino también en la comunión de toda la vida” (Suma Contra Gentiles III, cap.12).
En conclusión: a partir del amor hacia mí mismo, debo amar con más respeto a mis padres, con mayores cuidados a mis hijos y con más intensidad a mi cónyuge. Si cultivamos bien ese amor fundamental y diferenciado dentro de nuestra familia, tendremos una base sólida para desarrollar nuestras relaciones complementarias con otras personas y con toda la sociedad.
Mauricio Echeverría
Director Instituto Berit