¿Es el patriotismo una virtud?
“Después de Dios, a los padres y a la patria es a quien más debemos”
(Sum. Theol. II-II, q. 101, a. 1)
Los antiguos no dudaban que el patriotismo era una virtud, el que integraban junto a la piedad y al respeto por los padres, sus ancestros e incluso sus divinidades. Los cristianos de ayer heredaron buena parte de esta concepción e incluyeron al patriotismo como parte del cuarto mandamiento del decálogo, que exige honrar al padre y a la madre.
Sin embargo, cabe actualmente preguntarse si sigue teniendo vigencia el patriotismo como un valor. No son pocos sus detractores. Para algunos, el patriotismo representa la peor herencia de los siglos XIX y XX, con toda su carga de nacionalismo y de discriminación ante los que se consideran extraños y enemigos de la patria.
De acuerdo a otras visiones, el patriotismo ha perdido validez producto de la globalización y de la proliferación de instituciones sin fronteras a las que se les debe mucha más fidelidad y compromiso que a la propia patria: movimientos religiosos, organizaciones ecológicas de protección del planeta, fundaciones solidarias de ayuda a los más necesitados, colegios profesionales y asociaciones académicas, entre otras.
¿Cuál es el sentido, entonces, del patriotismo en la actualidad? Me parece que la clave para que el “patriotismo” recupere su condición virtuosa está en comprenderlo, en primer lugar, no como un deber autoimpuesto de proteger la nación, ni mucho menos de hacerlo contra otro; sino como un sentimiento de gratitud y de dependencia.
El patriotismo es gratitud de un individuo que reconoce lo mucho que ha recibido de su nación sin mérito alguno, y antes de que se hubiese constituido como personas racional y autónoma. De la patria hemos recibido un idioma, un lugar geográfico en el que vivir, una tradición cultural, una pertenencia, una religión.
Este patriotismo que nace del re-conocimiento se opone a los nacionalismos irracionales y puede muy bien coexistir con la apertura al mundo. Su criterio es el amor, no el odio. Dado que considera que el patriotismo es gratitud ante los bienes heredados, no lo hace como algo exclusivo y excluyente, sino que quiere que otros puedan participar de él, o al menos, intenta que otros también puedan gozar de su propia patria.
La misma contingencia avala mucho de lo señalado. El sufrimiento de todos aquellos que han sido despojados de su tierra, atestigua justamente el valor de lo perdido. Ellos sólo quieren volver a vivir en la tierra de sus padres en paz. Este es un tiempo, también, para que en Chile podamos revalorar y cuidar lo mucho que tenemos, heredamos de nuestros padres un hogar-patria. Esta casa común es nuestro mejor y más precioso patrimonio.
Ignacio Serrano del Pozo
Director CET