¡Feliz Pascua de Resurrección!

“[…] el último fin para el cual fue hecho, no puede realizarse en esta vida”

 

¡Muy feliz Pascua de Resurrección! Con el acontecimiento único de la resurrección de Jesucristo, acabamos de iniciar -quizás algunos saboreando un huevito de Pascua- un tiempo especial. Es relativamente largo, 50 días, precisamente para poder celebrar con gozo y adecuadamente el paso, es decir, la pascua de la muerte a la vida. La muerte, entonces, no es lo definitivo, sino que es una puerta que se abre a otra dimensión. Aunque esta vida nueva que trae la resurrección no es como la temporal que conocemos, sino la verdadera vida: plena, perfecta, definitiva. No es una eterna sucesión de instancias temporales de los que podríamos aburrirnos mortalmente, sino que es una plenitud total junto a la fuente de la felicidad, que procede del amor.

Esto no es algo que esté a nuestro alcance, pues ni siquiera podemos “crear” vida a partir de cero, sino que se la debemos, como comenta Tomás de Aquino, al mediador entre Dios y nosotros: “Así como Cristo recibió divinamente las primicias de la gracia siendo su gracia causa de la nuestra -porque “de su plenitud todos recibimos […] así también en Él dio comienzo la resurrección, siendo la suya causa de la nuestra” (Suma teológica, Suplemento q. 76, a. 1, in c). Es un don de Cristo, algo que no hubiéramos podido siquiera imaginar.

¿Cómo entender algo de esa vida? Ofrecemos aquí dos pistas de las muchas analizadas. A partir de lo que nos transmitieron los testigos que vieron a Cristo resucitado, sigue planteándose si habrá una resurrección de los cuerpos, dado que Él resucitó en cuerpo y alma. Baste recordar algunos de los pasajes evangélicos más conocidos como el diálogo de Jesús de camino con los discípulos de Emaús, o el que sostuvo con Tomás apóstol cuando le echa en cara su incredulidad y le invita a tocar sus llagas. Pues bien, entre los argumentos que propone Tomás de Aquino, uno se centra en la felicidad como ese fin que todos deseamos. Quienes creen que se puede lograr la felicidad en esta vida, no necesitan admitir que exista otra vida y, por lo tanto, niegan la resurrección. Sin embargo, rebate tal opinión al considerar todo lo negativo que debemos sufrir en esta vida, como las contrariedades, enfermedades corporales, la imperfección de la ciencia y de la virtud y la falta de sosiego, cosas que impiden la perfecta felicidad. Lo cual le permite concluir que, con esto “queda demostrado que, si el hombre no puede ser feliz en esta vida, es necesario suponer la resurrección” (ibid, q. 75, a. 1, in c)

Y la segunda pista apunta a nuestra unidad como personas: tras ese paso, seremos los mismos al mantenerse en cada uno la unidad personal entre lo corpóreo y lo espiritual y nuestra alma se unirá a nuestro cuerpo, no a otro. Esto deja totalmente fuera la opción de la reencarnación, cosa que algunos sostienen, pero que es incompatible con la fe en la Resurrección de Cristo. Cito: “La necesidad de admitir la resurrección obedece a que el hombre alcance el último fin para el cual fue hecho, que no puede realizarse en esta vida, ni tampoco en la vida del alma separada. De lo contrario, la persona humana habría sido creado inútilmente si no pudiera alcanzar el fin para el cual fue hecho, y como es preciso que sea la misma que alcance el fin para cual fue hecho es preciso también que resucite la misma persona y esto sucede cuando la misma alma se une al mismo cuerpo numéricamente. De lo contrario, no existiría la resurrección, propiamente hablando, si no fuera reparado la misma persona” (ibid., q 79, a 2).

¡Feliz Pascua! Pues, gracias a Cristo y a Su victoria sobre la muerte, se nos abre la vida eterna plena.

 

Dra. Esther Gómez de Pedro

Directora nacional de Formación e Identidad, Santo Tomás