La Paciencia
En nuestro caminar cotidiano, en nuestra vida de familia, trabajo, relaciones sociales, más tarde o más temprano nos encontramos con la dificultad. En mayor o menor grado, de distinto origen, de mayor o menor duración, se presentarán obstáculos que harán ardua la consecución de los distintos bienes que nos habíamos propuesto.
Ante estas situaciones que se presentan en nuestra vida como un mal, surge en nosotros un sentimiento de tristeza, de desánimo y frente a ello cabe la posibilidad de abandonar el buen camino emprendido, ya que desconfiamos y desesperamos de poder llegar a buen fin. Para no dejarnos arrastrar por la tristeza y tratar de superar la dificultad se requiere la virtud de la paciencia.
Según explica Santo Tomás de Aquino, la paciencia, que se relaciona con la virtud de la fortaleza en su doble dimensión de acometer y resistir, consiste en soportar aquellas tristezas propias de la vida, en vistas a la esperanza de la vida eterna. (cf. «Suma de teología» II-II, q. 136).
La paciencia permite al hombre no sucumbir ante las dificultades y tristezas. El hombre paciente sabe conservar la calma y serenidad ante las más duras pruebas y a pesar de los sufrimientos, mantiene la alegría y la certeza de que no será abandonado por Dios.
Es importante destacar que no hay que confundir la paciencia con la dejadez. A veces cuando se recomienda a alguien que tenga paciencia puede dar la impresión de que se le está invitando a la resignación a que no haga nada frente al mal, la injusticia, la mentira… y esto estaría más cerca de la pereza y cobardía que de la virtud.
Es difícil entender la paciencia en una sociedad que vive agitada, en una continua actividad, muy enfocada en resultados y menos en los procesos. Sin embargo, todo requiere su tiempo. Contemplar la naturaleza nos ayuda a ser pacientes. La semilla una vez sembrada requiere su tiempo para germinar, desarrollarse y dar su fruto. Si tratamos de acelerar el proceso corremos el riesgo de que no madure adecuadamente.
Por otro lado, nos desenvolvemos en un mundo muy influenciado por las tecnologías de la información y comunicación, que permiten una mayor rapidez en el intercambio de información. No hace tantos años, cuando se escribía una carta se tardaba un tiempo en recibir una respuesta y había que esperar. Hoy día si no responden nuestro mensaje electrónico rápidamente, comenzamos a inquietarnos. También cuando recibimos el mensaje es frecuente sentir cierta urgencia en leerlo y responder. Para los jóvenes y niños más expuestos desde el inicio de su vida a estas tecnologías es más difícil saber esperar. En general quieren todo de la forma y momento en que lo quieren.
Habitualmente no nos vemos enfrentados a grandes dificultades: una espera que se prolonga más de lo que habíamos previsto, una interrupción en nuestra actividad en el momento que estábamos más concentrados, un tráfico demasiado denso que no nos permite llegar a tiempo, aparatos que no funcionan bien justo cuando más los necesitábamos, …en fin pequeños detalles que nos hacen perder la alegría o al menos el buen humor. La persona paciente reconocerá la dificultad con serenidad y sabrá situarla en su justa dimensión, sin permitir que el punto negro que esta supone, le impida disfrutar de lo bueno y agradable que también está presente en su día.
En relación con la convivencia, y sobre todo en la familia, disponer de un buen acopio de esta virtud nos ayudará mucho. Debemos tener en cuenta que el verdadero amor florece poco a poco y requiere de tiempo para ir madurando.
Es necesario tener paciencia con uno mismo, cuando a pesar de nuestros buenos propósitos y el esfuerzo por realizarlos, tarda el buen resultado que esperamos. Paciencia con los demás, darles tiempo para hablar, para aprender, para crecer. Paciencia de los padres para con los hijos sobre todo cuando están en esa etapa difícil de cambios de humor, de “espíritu de contradicción”. Conviene esperar ya que una vez pasada la tempestad en general suelen volver sobre las ideas que oyeron decir en casa desde hace un montón de años.
Paciencia también de los hijos con los padres, cuando estos son mayores y experimentan la disminución de sus capacidades. Acompañemos con amor filial sus pasos en el atardecer de su vida; no olvidemos con cuanto amor acompañaron ellos nuestro camino en el amanecer de la nuestra.
Toda vida tiene días de lluvia y días de sol. Para que la semilla de fruto requiere tanto de la lluvia como del sol. La paciencia nos ayudará a ver la oportunidad para crecer que en los días de lluvia pueda haber; a actuar cuando sea oportuno para rechazar el mal y a saber esperar con ánimo tranquilo la llegada de los días de sol radiante.
Para reflexionar:
1.- ¿Qué dificultades son las que más me hacen perder la paciencia?
2.-¿Qué consecuencias han tenido en mi vida familiar las faltas de paciencia?
3.-¿Cómo puedo trabajar el crecimiento en esta virtud?
María Montserrat Martín Martín
Instituto Berit de la Familia