Sin violencia interior
Con un saludo especial por el Día Internacional de las Familias celebrado por las Naciones Unidas el 15 de mayo para crear conciencia sobre el papel fundamental de las familias en la educación de los hijos desde la primera infancia. Este año el tema destacado es el papel de las familias como elemento importante para construir sociedades pacíficas e inclusivas para lograr un desarrollo sostenible.
(Textos tomados del capítulo cuarto de la exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco)
«El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).
Nuestro amor cotidiano
(n. 103) “Alimentar la agresividad íntima no sirve para nada:
- una reacción interior de indignación provocada por algo externo,
- una violencia interna,
- una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos que hay que evitar,
- sólo nos enferma y termina aislándonos.
La indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros.
(n. 104) Los cristianos no podemos ignorar la constante invitación de la Palabra de Dios a no alimentar la ira:
- «No te dejes vencer por el mal» (Rm 12,21).
- «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).
Una cosa es sentir la fuerza de la agresividad que brota y otra es consentirla, dejar que se convierta en una actitud permanente: «Si os indignáis, no llegareis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo» (Ef 4,26).
Por ello, nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia. Y, ¿cómo debo hacer las paces?
- ¿Ponerme de rodillas? ¡No!
- Sólo un pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía familiar.
- Basta una caricia, sin palabras.
La reacción interior ante una molestia que nos causen los demás debería ser ante todo:
- Bendecir en el corazón, desear el bien del otro, pedir a Dios que lo libere y lo sane.
- «Responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición» (1 P 3,9).
- Si tenemos que luchar contra un mal, hagámoslo, pero siempre digamos «no» a la violencia interior.”
Para reflexionar:
- Cuando sentimos que brota en nosotros la agresividad: ¿la alimentamos, dejamos que se convierta en una actitud permanente? ¿O deseamos el bien para el otro, lo bendecimos en el corazón?
- ¿Nunca terminamos el día en familia sin hacer las paces?
La ira, en la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino: II-II, q.158.