Sin hacer alarde ni agrandarse

(Textos tomados del capítulo cuarto de la exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco)

«El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).

 

Nuestro amor cotidiano

(n. 97) “Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en su lugar sin pretender ser el centro.

El amor no es arrogante, no se «agranda» ante los demás. La arrogancia no es sólo una obsesión por mostrar las propias cualidades, sino que además:

  • se pierde el sentido de la realidad,
  • se considera más grande de lo que es (porque se cree más «espiritual» o «sabio»),
  • algunos se creen grandes porque saben más que los demás,
  • y se dedican a exigirles y a controlarlos.

Cuando en realidad lo que nos hace grandes es el amor que comprende, cuida, protege al débil.”

(n. 98) “Es importante que los cristianos vivan esto en su modo de tratar a los familiares poco formados en la fe, frágiles o menos firmes en sus convicciones. A veces ocurre lo contrario: los supuestamente más adelantados dentro de su familia, se vuelven arrogantes e insoportables.

La actitud de humildad aparece aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad.

La lógica del amor cristiano:

  • no es la de quien se siente más que otros y necesita hacerles sentir su poder,
  • sino que «el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor» (Mt20,27).

En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor.”

 

Para reflexionar:

  • ¿Pretendo ser el centro en mi familia? ¿Me obsesiono por mostrar mis cualidades? ¿Me creo más grande que los demás y me dedico a exigirles y a controlarlos? ¿Reina en mi vida familiar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso?
  • ¿O evito hablar demasiado de mí mismo y sé ubicarme en mi lugar? ¿Estoy centrado en los demás y me dedico a comprender, cuidar y proteger al débil? ¿Reina en mi vida familiar la lógica del amor? ¿Cultivamos la humildad, para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón?

 

La Jactancia en la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino: II-II, q.112  y  q.162, a.4.