Nuestro amor cotidiano

Iniciamos una nueva serie de reflexiones sobre la familia, con textos tomados ahora del capítulo cuarto de la exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco, sobre algunas actitudes fundamentales para vivir el amor en familia.

 

(n. 90) “En el así llamado himno de la caridad escrito por san Pablo, vemos algunas características del amor verdadero: «El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).

Esto se vive y se cultiva en medio de la vida que comparten todos los días los esposos, entre sí y con sus hijos. Por eso es valioso detenerse a precisar el sentido de las expresiones de este texto, para intentar una aplicación a la existencia concreta de cada familia.”

PACIENCIA

(n. 92) “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos.

El problema es cuando:

  • exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas,
  • o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad.

Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla.

Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si:

  • es un estorbo para mí,
  • altera mis planes,
  • me molesta con su modo de ser o con sus ideas,
  • no es todo lo que yo esperaba.

El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía.”

 

Para reflexionar:

  • ¿Practico en mi familia la paciencia verdadera, movida por el amor y la aceptación del otro? ¿O, más bien, una falsa paciencia: dejar que me maltraten, o simular solo externamente aceptar al otro?
  • ¿Reacciono con agresividad ante todo lo que me molesta en los miembros de mi familia? ¿A qué se debe esto: a qué exijo que ellos sean perfectos, o a que espero que siempre se cumpla mi propia voluntad?

La Paciencia en la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino: II-II, q.136.