Nuestro Amor Cotidiano: Espera
(Textos tomados del capítulo cuarto de la exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco)
Nuestro Amor Cotidiano
«El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).
ESPERA
116. El amor no desespera del futuro. Sabe que el otro puede cambiar. Siempre espera:
- que sea posible una maduración, un sorpresivo brote de belleza;
- que las potencialidades más ocultas de su ser germinen algún día.
No significa que todo vaya a cambiar en esta vida. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar en esta tierra.
117. Aquí se hace presente la esperanza en todo su sentido, porque incluye la certeza de una vida más allá de la muerte:
- Esa persona, con todas sus debilidades, está llamada a la plenitud del cielo.
- Allí, completamente transformada por la resurrección de Cristo, ya no existirán sus fragilidades, sus oscuridades ni sus patologías.
- Allí el verdadero ser de esa persona brillará con toda su potencia de bien y de hermosura.
Eso también nos permite, en medio de las molestias de esta tierra, contemplar a esa persona con una mirada sobrenatural, a la luz de la esperanza, y esperar esa plenitud que un día recibirá en el Reino celestial, aunque ahora no sea visible.
Para reflexionar:
- ¿Espero siempre en que las personas de mi familia pueden mejorar?
- Si creo en la vida eterna, ¿ello ilumina mi mirada hacia las debilidades actuales de mis seres queridos?
La esperanza, en la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino: I-II, q. 40 y II-II, q. 17