Los Hijos en la Familia

Son varias las lecciones que podemos aprender de los hijos en la familia. Una de ellas, saber aceptar con sencillez lo que somos, con nuestras potencialidades y capacidades, pero también con nuestras vulnerabilidades y fragilidades.

Este último punto es difícil de asimilar y sin embargo está ineludiblemente presente en nuestras vidas.  En un contexto en el que se exaltan la autosuficiencia, la capacidad de valerse por sí mismo, la autonomía personal; la experiencia de vulnerabilidad pareciera ser un “lujo” que no nos podemos permitir.  Sin embargo, hay momentos en que todos por distintas razones nos sentimos vulnerables, sentimos temor ante las amenazas que se nos presentan, una enfermedad grave en la que vemos amenazada nuestra vida, una situación económica difícil, la incertidumbre que no nos permite tomar decisiones con un mínimo de seguridad…Ante estas situaciones tendemos a ocultar nuestros miedos ante los demás.  Nuestra vulnerabilidad en cierto modo nos avergüenza, nos desconcierta e incluso puede conducirnos al extremo de hacernos perder nuestra percepción de dignidad y pensar que somos una “carga” para los demás y que nuestra vida no es digna de ser vivida.

Los hijos llegan a la familia en un estado de dependencia total, precisan de los cuidados de sus padres y de los demás incluso para satisfacer sus necesidades más básicas y a lo largo de su vida seguirán necesitando de ayuda y apoyo para poder desarrollarse adecuadamente como personas. Ante esta situación de vulnerabilidad que en nosotros pudiera despertar cierto sentimiento de vergüenza, los hijos aceptan con sencillez y alegría la ayuda que reciben, el amor y cuidados que les brindan, especialmente sus padres. No se cuestionan si tienen méritos, si son dignos o no de recibir tales atenciones, simplemente las reciben y disfrutan. Son hijos y viven su condición de tales. Nos recuerdan que ser amados, en una primera instancia no depende de nosotros, no es por lo que hacemos o tenemos sino por lo que somos, aunque seamos frágiles y precisamente por esa condición, que somos amados con mayor solicitud. Los hijos nos recuerdan la gratuidad del amor.

A su vez la necesidad que tienen los hijos impulsa a los padres principalmente, a desarrollar la capacidad de apertura y entrega a los demás que tenemos las personas. En cierto sentido podríamos decir que los hijos, en su necesidad también puede dar. Entre otras cosas, nos ofrecen la oportunidad de trascender más allá de nosotros mismos, de ampliar nuestros horizontes. Nos ayudan a descubrir el gozo que brota cuando salimos de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás.

Para reflexionar:

1.- ¿Qué experiencias de vulnerabilidad he tenido y cómo reacciono ante ellas?

2.- ¿Qué me impide aceptar con sencillez la ayuda que otros puedan brindarme, ya sea en mi familia, en mi trabajo u otros ámbitos?

3.-¿Cómo hemos superado o podemos afrontar como familia las dificultades que puedan presentar los miembros de esta?

 

María Montserrat Martín

Instituto Berit de la Familia