Los ancianos

Con un saludo muy especial en el Día Internacional de las Familias, celebrado por Naciones Unidas cada 15 de mayo, este año bajo el lema “Familias, educación y bienestar”.

 

La vida en la familia grande

(Francisco, Amoris Laetitia, nn. 191-193)

LOS ANCIANOS

«No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones»

“Es el clamor del anciano, que teme el olvido y el desprecio (Salmo 71,9). Esto interpela a las familias y a las comunidades. Debemos despertar el sentido colectivo:

·         de gratitud, de aprecio, de hospitalidad,

·         que hagan sentir al anciano parte viva de su comunidad.

Hay culturas que, «como consecuencia de un desordenado desarrollo industrial y urbanístico, han llevado y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables de marginación» (San Juan Pablo II).

 

El lugar del anciano en la familia

 

Los ancianos ayudan a percibir «la continuidad de las generaciones», con «el carisma de servir de puente»:

·         muchas veces son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos;

·         muchas personas pueden reconocer que deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana.

Sus palabras, sus caricias o su sola presencia, ayudan a los niños a reconocer que:

·         la historia no comienza con ellos, son herederos de un viejo camino;

·         es necesario respetar el trasfondo que nos antecede, no son los dueños de la realidad.

Quienes rompen lazos con la historia tendrán dificultades para tejer relaciones estables.

 

La atención a los ancianos habla de la calidad de una civilización

 

La ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra sociedad. Es la mentalidad inmadura del «ya fue». Conocer y poder tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única posibilidad de construir un futuro con sentido. No se puede educar sin memoria.

Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir.

Por lo tanto, en una civilización en la que no hay sitio para los ancianos o se los descarta porque crean problemas, esta sociedad lleva consigo el virus de la muerte, ya que se arranca de sus propias raíces. El fenómeno de la orfandad contemporánea, en términos de discontinuidad, desarraigo y caída de las certezas que dan forma a la vida, nos desafía a hacer de nuestras familias un lugar donde los niños puedan arraigarse en el suelo de una historia colectiva.”

Para profundizar: