La Verdadera Solidaridad: un puente de transformación
«En el mundo actual, dónde las crisis parecen ser el estado permanente en los distintos ámbitos de la convivencia, en lo social, económicos, ambiental, etc. Nos hace falta preguntarnos, ¿qué hacer?»
La Solidaridad surge como valor esencial para poder alcanzar el equilibrio en una humanidad conflictuada. Santo Tomás desarrolla la vinculación de dos virtudes como caminos de vida comunitaria que necesitamos, la virtud cardinal de la Justicia y la virtud teologal de la Caridad (S Th II-II, q. 23 y q. 58). Desde la justicia, dar a cada uno lo que es debido en estrecha unión con la Caridad como el amor más profundo a Dios y al prójimo. La sociedad busca un puente que apunte a una conexión autentica de estas virtudes, derribado los muros de la superficialidad, el utilitarismo y desde ahí construir lazos que unifique la dignidad de la persona con una sociedad moderna conflictuada.
Por un lado, la caridad que crea una «amistad» sobrenatural entre las personas, Dios y sus semejantes, dando el impulso necesario hacia el bien del otro (II-II, q. 23-33). Por lo que la solidaridad, debe ser la expresión más práctica de la caridad, como la limosna, que nos presenta Tomás de Aquino, que no apunta a la ayuda superficial (q. 31), sino que responde a las necesidades de los más vulnerables en todo el sentido de la palabra. Esto se traduce en buscar juntos y de manera voluntaria la cooperación internacional o apoyo a comunidades marginadas, con un amor autentico, libre de las cadenas de intereses economicistas, egoístas o búsqueda de reconocimiento, para reflejar auténticamente esta virtud.
En el mismo sentido, la justicia que ordena las relaciones humanas hacia el bien común, asegurando que cada persona reciba lo que le corresponde (q. 58). La solidaridad crea el camino como una exigencia de justicia que obliga a corregir desigualdades estructurales y sociales. Lo que nos interpela a enfrentar problemas como la pobreza, la discriminación, el cambio climático y las guerras mediante políticas y prácticas sociales nacionales e internacionales que promuevan la equidad y respeto la dignidad humana, garantizando derechos básicos para todos.
Esta unidad, entre caridad y justicia es central en la visión tomista. La caridad perfecciona la justicia al infundirle un amor desinteresado, mientras que la justicia estructura la caridad al orientarla hacia el bien común. La verdadera solidaridad establece una conexión entre ambos aspectos: desarrollando un compromiso afectivo, que alivia sufrimientos inmediatos y de largo plazo, con un esfuerzo efectivo para transformar las condiciones sociales. Así, la solidaridad no solo responde a necesidades atingentes, constituye una base para un mundo donde todos puedan prosperar, reflejando un equilibrio entre el amor al prójimo y la búsqueda de equidad global.
Podemos inferir desde una mirada tomista que la solidaridad es un puente entre la caridad y la justicia, siendo la clave para la transformación que el mundo actual nos desafía. La invitación es a practicar una Solidaridad que nos lleve a gestos concretos de amor y justicia, trabajar en equipo, entender que todos merecemos igual dignidad más allá de la raza, color o nación que hemos nacido. En un mundo global, la perspectiva tomista invita a una solidaridad universal que promueva un bien común, creando lazos de fraternidad y justicia para superar divisiones y construir una sociedad más humana.
Miguel Cruz
Director de Formación e Identidad, Sede Talca