La Unidad en la Familia IV
La unidad entre los distintos miembros de la familia permite a esta alcanzar grandes metas, y superar las diferentes dificultades que se puedan presentar a lo largo de la vida. Está unidad, como ya hemos señalado en anteriores reflexiones, hay que trabajarla porque no se da de manera espontánea y también porque existen fuerzas que la combaten, entre ellas una fuerza muy potente que atenta contra la unidad es la murmuración, la maledicencia.
La palabra es un gran don que tenemos los seres humanos que nos permite comunicarnos, establecer y fortalecer vínculos con los demás. Aunque no es el único modo en que podemos comunicarnos, sí tiene un papel relevante.
Este importante don puede ser usado para bien, expresando la grandeza de la persona humana, cuando mediante la palabra se anima, exhorta, da a conocer la verdad, consuela. conforta, corrige, etc. También la palabra puede ser usada para mal cuando se murmura, se miente, se difama, se injuria al otro, etc. generando ambientes de desconfianza y de distancia con los demás.
La murmuración es una de las causas más importantes que atentan contra la unidad en la familia y en la sociedad.
Murmurar significa hablar mal de una persona que no está presente, menoscabando la buena imagen o fama que la persona de quien se habla pudiera tener y por lo tanto atentando contra la justicia y el derecho que toda persona tiene en principio a la buena reputación.
La murmuración nos distancia a unos de otros. Quien murmura genera sobre sí mismo la desconfianza del otro, aunque en principio parezca lo contrario, “el que habla mal de otro, terminará hablando mal de ti”. El que recibe la murmuración, si solo escucha una versión de la historia es muy probable que basándose en juicios que no cuentan con la totalidad de los datos, tome decisiones equivocadas respecto a la persona que es criticada.
Si bien todos tenemos defectos que, en ocasiones hacen difícil la convivencia y ejercitan no poco la paciencia de quienes nos rodean, y de los que necesitamos ser advertidos para tratar de corregirlos, y también es cierto que todos realizamos acciones que no están bien entorpeciendo así, el buen desarrollo de la familia, a nadie nos gusta que se hable mal de nosotros o de las personas a las que amamos, menos aún que nos “etiqueten” por los errores que hayamos podido cometer. Más bien agradecemos que se nos dé la oportunidad de enmendar nuestras faltas y se nos ayude a ello en caso de ser necesario, de la manera más adecuada y oportuna. Más nos ayuda la comprensión y restauración de la confianza que se pueda depositar en nosotros, que la crítica ante terceros que no sepan cómo o no puedan ayudarnos.
No deberíamos hablar mal de nadie. A no ser con causa justificada, como sería al aconsejar a otro, prevenirle, etc.
No olvidemos lo que dice San Bernardo: «la lengua es una lanza que de un solo golpe atraviesa tres personas: la que murmura, la que escucha y aquella de quien se murmura».
Nos ayudará a evitar la murmuración, cuidar nuestros pensamientos, guardar nuestro corazón. Igual que somos cuidadosos con nuestro cuerpo evitando alimentos en mal estado que le puedan dañar, también nuestro espíritu puede dañarse por los “chismes”, las murmuraciones, orales o escritas y alejarnos de los demás. Eso de «piensa mal y acertarás», aunque está muy extendido y a veces dé resultado, no es propio del ser humano que busca la verdad y el bien, no nos ayudará a generar vínculos con los demás, ni tampoco a vivir contentos, es mucho mejor esto otro: “piensa bien de todos mientras no tengas razones claras que justifique el pensar mal”.
Procuremos hablar siempre bien de los demás, hacer el ejercicio de reconocer sus méritos y virtudes, alegrarnos del bien que hacen, aunque también podamos reconocer sus defectos o malas acciones. Recordemos lo que señala Balmes en el capítulo VII de su libro El Criterio: el hombre ama naturalmente la verdad y el bien, y no se aparta de ellos sino cuando las pasiones le arrastran y extravían. Miente el mentiroso en ofreciéndosele alguna ocasión en que, faltando a la verdad, cree favorecer sus intereses o lisonjear su vanidad necia; pero fuera de estos casos, naturalmente, dice la verdad y habla como el resto de los hombres.
Para reflexionar
1.- ¿Qué consecuencias tiene la murmuración para el buen desarrollo de la familia?
2.- ¿Cuáles son las principales causas que nos pueden inducir a la murmuración?
3.- ¿Cómo podemos evitar la murmuración y fomentar el bien decir de los demás?
María Montserrat Martín
Instituto Berit de la Familia, UST