La unidad en la Familia III: Obstáculos

En anteriores cápsulas hemos reflexionado sobre la importancia de la unidad en la familia y los principales beneficios que aporta, así como algunos medios para fomentarla. También hemos señalado que, a pesar de ser un bien necesario para el buen desarrollo de la familia, la unidad no se da de modo espontáneo, sino que se requiere de esfuerzo para lograrla y mantenerla. Esto principalmente por la tendencia que existe en el ser humano a buscar “lo suyo”, disposición que por lo demás es fomentada por el individualismo reinante en algunas sociedades.

Uno de los principales obstáculos para vivir la unidad en la familia es el egoísmo, es decir, según la definición de la R.A.E., el inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.

Es importante referir que velar por el propio interés no es necesariamente egoísmo. En cada uno de nosotros se da, sin que lo podamos evitar, un anhelo radical de felicidad y este deseo es el que, de manera más o menos consciente, motiva cada una de nuestras acciones. En cada uno de nosotros se da un deseo de ser, de seguir existiendo, de alcanzar la plenitud existencial.  Este deseo es parte de un “amor” natural e irrenunciable hacia uno mismo.

Por otro lado, amar a alguien implica desear el bien para esa persona y según Santo Tomás, hay que amar más a los que nos son más próximos. (Suma Teológica II-II, q.26, a.4) Ahora bien, ese alguien más cercano a la persona es la persona misma por lo tanto uno tiene que amarse rectamente a sí mismo y como el amor es difusivo de si, este se extiende a los otros, en primera instancia a aquellos que nos son más cercanos, los miembros de nuestra familia.

El obstáculo que la persona egoísta supone para la unidad de la familia es que vive un desordenado amor a sí mismo, vive en una permanente búsqueda de la propia satisfacción y se olvida de los demás. Esta actitud hace que se provoquen daños a otros, principalmente por el descuido de la atención a sus necesidades, que se generen distancias entre las personas y también implica un gran empobrecimiento de la propia persona egoísta que poco a poco se va quedando sola, encorvada sobre sí misma, situación que no deja de ser una fuente de tristeza y descontento.

Es condición de nuestro ser personal la apertura a la realidad, a los demás.. El ser personal no se agota en sí mismo, necesita salir de sí para ir al encuentro del otro, y comunicar no sólo lo que piensa, sino también lo que siente y experimenta. El fundamento de la auténtica sociabilidad humana lo encontramos aquí. Para la persona humana el encuentro con el otro no solo es una posibilidad existencial de su ser personal sino una autentica necesidad para su pleno desarrollo como persona, es decir, para su felicidad.

Por ello es importante que nos esforcemos con pequeñas acciones, pero de manera constante, y también enseñemos a hacerlo así a los niños, en ir erradicando un poco cada día el egoísmo. Es importante que nos esforcemos en estar atentos y abiertos a las necesidades de los demás; y poder experimentar y enseñar a descubrir la alegría que brota del compartir y darse al otro. Cultivando en nosotros esta disposición iremos erradicando una importante fuente de tristeza y descontento y, en definitiva, iremos dando pasos hacia esa felicidad que todos anhelamos.

Para reflexionar

1.- ¿Qué planteamientos egoístas de fondo se dan en mi vida? ¿En qué acciones se concretan?

2.- ¿De qué manera influyen en el desarrollo de la vida familiar?

3.- ¿Qué pasos concretos puedo ir realizando para ir moderando el desordenado amor a mí mismo?

 

María Montserrat Martín

Instituto Berit de la Familia, UST.