La Unidad en la Familia

¡Ved qué dulzura, qué delicia, vivir los hermanos unidos”! Estas palabras del salmo 132 nos recuerdan la gran bendición que supone para cada uno de nosotros, nuestra familia y nuestra sociedad que sus miembros vivan unidos.

Vivir en unidad, que parece tan a propósito de la naturaleza del ser humano, llamado a vivir en sociedad para su pleno desarrollo como persona, no resulta tan fácil de realizar y mantener en el tiempo, como podemos comprobar a través de las noticias que llegan hasta nosotros por distintos medios y en nuestra vida cotidiana.

La primera sociedad de la que formamos parte es la familia y es en ella donde aprendemos a dar los primeros pasos de nuestra vida. Los vínculos más fuertes que se establecen entre las personas se dan de manera natural entre los miembros de la familia, y por ello cuando estos vínculos están deteriorados o se rompen, se produce tanto dolor y sufrimiento para las personas implicadas. La familia será nuestra primera escuela de unidad, donde aprenderemos a vivir unidos y ser promotores de unidad ya que la unidad entre los distintos miembros de una familia y de una sociedad, ha de construirse, cuidarse y en caso de deterioro repararse.

Unidad no es uniformidad. En la familia no todos sus miembros tienen que ser iguales, pensar de la misma manera, tener los mismos gustos o sensibilidades. La diferencia no rompe necesariamente la unidad y puede ser, bien acogida e integrada, fuente de enriquecimiento para la familia y la sociedad. En la familia como lugar privilegiado de acogida del otro por lo que es y no por lo que tiene, aprendemos a amar al otro, no porque es idéntico a mí, sino porque el amor me permite reconocerle como otro yo, aunque diferente, digno de ser acogido y amado. Ahora bien, estas diferencias no rompen la unidad siempre y cuando no se opongan o sean contrarias a la realidad de lo que las cosas son. Por ejemplo, un hermoso jardín tendrá variedad de flores y plantas ornamentales, pero deberá tener flores y plantas ornamentales para que sea jardín, si tuviera verduras, legumbres y árboles frutales sería más un huerto que un jardín. La unidad ha de estar basada en la verdad de las cosas. La diferencia dentro de unos límites no rompe la unidad, lejos de ello, enriquece la comunidad. En este caso la familia

La unidad entre los miembros de una familia le confiere fortaleza, en los dos sentidos de esta virtud. La familia unida será fuerte para resistir las dificultades que se puedan presentar en la vida y fuerte para acometer grandes objetivos, ya que sabemos que no estamos solos, que contamos con el apoyo de los demás. En una familia unida cada cual comparte sin temor, sus dones, pone al servicio de los demás lo que es y lejos de perder en el don, al compartirlo hay para todos y además sobra para ayudar a otros.

La desunión produce dolor y sufrimiento y como decíamos anteriormente, cuando esta desunión se da en la familia, el sufrimiento es más intenso. Cuando en nuestro cuerpo, como consecuencia de un traumatismo se genera una herida y se separan aquellas partes que deberían estar unidas, se produce dolor. Nuestro organismo tiende a la unidad y de inmediato acuden al lugar de la herida los elementos necesarios para que esta sea reparada y no se ponga en riesgo la integridad de todo el organismo. Las heridas pueden sanar de manera espontánea o bien requerir de una ayuda extra como una sutura, según sea la profundidad y gravedad de esta. El dolor cesa en la medida en que se va restituyendo la unión entre las partes y aunque a veces no se restablece de igual manera que estaba al principio, al menos queda restituida en la medida de lo posible.

Es importante trabajar por prevenir la desunión entre nosotros y si ya se ha producido como consecuencia de los distintos “traumatismos” que nos pueden afectar, no dejemos pasar tiempo y pongamos los medios necesarios para restablecerla de la mejor manera posible.

La unidad es la mayor riqueza y bendición de una familia. No hay bienes materiales, ni intereses que valgan más que la unidad. Como bien dijo el Papa Francisco: “Tener un lugar a donde ir se llama hogar; tener personas a quienes amar se llama familia; y tener ambas se llama bendición”

Para la reflexión:

1.- ¿Qué importancia le damos en mi familia a la unidad? ¿Cómo se manifiesta esta valoración?

2.- ¿Cómo trabajo por mantener la unidad en mi familia?

3.- ¿Cómo puedo colaborar en restablecer la unidad en la familia cuando esta se ha deteriorado?

 

María Montserrat Martín

Instituto Berit de la Familia, UST