La Madre

Las madres en la familia nos muestran el camino del amor.

Hace pocos días, a inicios de este mes de mayo, celebrábamos a nuestras madres. El Día de la Madre nos brinda una ocasión especial para expresar nuestra inmensa gratitud a quienes tanto debemos. Si bien una fecha específica nos ayuda a recordar, nuestra gratitud hacia ellas debería ser algo cotidiano.

Es mucho lo que debemos a nuestras madres. A su colaboración en la obra creadora de Dios debemos en primer lugar nuestra existencia. Además, casi siempre es de ellas de quienes recibimos los cuidados necesarios para seguir viviendo y la inicial formación humana y espiritual. Ser madre no significa solamente criar y satisfacer las necesidades de los hijos. Las madres además nos otorgan el amor y apoyo incondicionales en nuestro desarrollo como personas.

Las madres son el mejor antídoto contra el individualismo egoísta que nos amenaza, aísla y entristece. Tenemos experiencia de que en nuestro camino de vida necesitamos el apoyo de otros y a la vez sabemos que los demás también precisan de nuestra ayuda. Sin embargo, en ocasiones nos envuelven fuertes olas de individualismo que no nos permiten visibilizar la presencia y necesidades de las personas que tenemos a nuestro lado, así como nuestra posibilidad de ofrecerles ayuda. Las madres son nuestro “cable a tierra”, ellas sin mayores discursos, en su entrega amorosa de cada día nos muestran la alegría de dar la vida por aquellos a los que se ama. No solo nos entregan cuidados, bienes materiales, formación…, sino que se entregan a sí mismas en las acciones grandes o pequeñas que hacen por nosotros.

También nos enseñan que el esfuerzo y sacrificio no están reñidos con la alegría. Se vive alegre porque se ama y los esfuerzos y sacrificios a realizar por quienes se ama pasan a un segundo plano frente al gozo en el bien de la persona amada.

Por otro lado, en un mundo donde pareciera que la persona es más valorada por lo que tiene que por lo que es, que las acciones a realizar dependerán del balance riesgo/beneficio; las madres nos enseñan que es posible el amor desinteresado. Ellas aman a sus hijos de manera incondicional, lo aman porque es su hijo, más allá de sus cualidades o los beneficios que le pueda reportar frente a los riesgos que tiene que asumir.

Las madres también son creadoras y fortalecedoras de vínculos entre las personas, de los que tan necesitados estamos para caminar con confianza en nuestra vida.

Sabernos amados de manera incondicional y por lo que somos, nos da una gran seguridad para afrontar con confianza y esperanza los distintos obstáculos que se puedan presentar en nuestra vida. Nos da alas para volar y aspirar a grandes metas en nuestra vida.

 

Si este amor es tan importante para nuestro desarrollo saludable como personas, no podemos dejar de apuntar el posible daño que se puede causar a nuestros niños si se ven privados del mismo, no solo por la ausencia física de la madre sino por el debilitamiento de los valores propios de la maternidad.

Nuestros homenajes y reflexiones siempre quedarán cortos para expresar nuestra gratitud a las madres y todo lo que significan en nuestras vidas. No obstante, es bueno recordar que, aunque conmemoramos el amor de una madre en un día específico, todos los días pueden darse ocasiones para ser agradecidos con nuestras madres.

Para reflexionar:

1.- ¿Cómo es mi amor hacia los integrantes de mi familia?

2.- ¿En qué acciones concretas puedo manifestar el amor a mis familiares?

3.- ¿Con qué frecuencia soy agradecido no solo de palabra sino con hechos del bien que recibo de otros?

 

María Montserrat Martín

Instituto Berit de la Familia