Sí a la educación sexual I

La Educación de los Hijos

(Francisco, Amoris Laetitia, nn. 280-283)

 

Una positiva y prudente educación sexual que llegue a los niños y adolescentes conforme avanza su edad.

Es difícil pensar la educación sexual en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse.

Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua. De esa manera:

·         el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado;

·         el impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio,

·         que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso.

La educación sexual brinda información.

Pero:     sin olvidar que los niños y los jóvenes no han alcanzado una madurez plena;

·         debe llegar en el momento apropiado y de una manera adecuada a la etapa que viven;

·         no sirve saturarlos de datos sin el desarrollo de un sentido crítico ante una invasión de propuestas, ante la pornografía descontrolada y la sobrecarga de estímulos que pueden mutilar la sexualidad;

Los jóvenes deben poder advertir que están bombardeados por mensajes que no buscan su bien y su maduración. Hace falta ayudarles a reconocer y a buscar las influencias positivas, al mismo tiempo que toman distancia de todo lo que desfigura su capacidad de amar.

Una educación sexual que cuide un sano pudor.

Tiene un valor inmenso, aunque hoy algunos consideren que es una cuestión de otras épocas. Es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto.

Sin el pudor, podemos reducir el afecto y la sexualidad a:

·         obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad,

·         morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar,

·         diversas formas de violencia sexual.

Es irresponsable toda invitación a los adolescentes a que jueguen con sus cuerpos y deseos.

Como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio.

Es importante más bien enseñarles un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido.

Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo”.

Para profundizar: