La Educación de los Hijos II

La educación de los hijos II: la formación moral

Continuamos tratando el tema de la educación de los hijos al hilo del capítulo VII de la Exhortación apostólica Amoris laetitia.

En la misión educativa de los padres, es de gran importancia su aporte en la formación moral de los hijos, es decir, en la enseñanza y acompañamiento por el camino que les conduce a ser personas de bien, que por lo demás, está muy vinculado con la felicidad de cada uno.

Esta formación moral apunta a varios objetivos: por un lado, implica una formación intelectual que les ayude a discernir dónde se halla el verdadero bien, más allá de las apariencias de bien, a juzgar adecuadamente los distintos hechos que se van dando en sus vidas o las posibles acciones a realizar. Esta formación intelectual supone cultivar en ellos el hábito del estudio, la reflexión y la búsqueda de consejo de personas sabias y prudentes. No se trata de darles respuestas solamente sino de motivarles para que ellos vayan descubriendo las posibles respuestas.

La educación moral también implica la formación de la voluntad y el desarrollo de hábitos buenos e inclinaciones afectivas hacia el bien.  Para ser personas felices, se requiere que obremos bien, y para ello no es suficiente, aunque sí necesario, juzgar adecuadamente o tener claridad de cuál es la acción buena, sino que hay que determinarse por la buena acción y ejecutarla. Es necesario que actuemos con coherencia. Muchas veces somos incoherentes porque nos atraen otras cosas que tienen mayor influencia sobre nosotros porque el bien captado por la inteligencia no se encuentra arraigado en nosotros como una profunda inclinación afectiva, no hemos desarrollado un gusto por el bien, que nos lleve a percibir que eso que juzgamos como bueno lo es también para nosotros aquí y ahora.

En esta formación de la voluntad es importante mostrarles a los hijos la conveniencia para ellos mismos de obrar bien. Resulta muy difícil determinarse por una acción que exige esfuerzo y renuncia si previamente no se ha captado el bien que se alcanza con esa acción.

Un tercer objetivo en la formación moral apunta a la ejecución de manera estable de las acciones buenas. Para ser personas felices no basta saber qué se debe hacer y disponerse para hacerlo, también se requiere la ejecución de la buena acción y no solo de modo esporádico sino de manera habitual. En este sentido la formación moral implica un trabajo por el desarrollo de hábitos operativos buenos que conocemos con el nombre de virtudes.

Por último, señalar algunas características importantes para tener en cuenta en el proceso de la formación moral de los hijos:

1.- El valor de la corrección: es importante advertir a los hijos que sus malas acciones tienen consecuencias tanto en la formación de su ser personal y como en daños que pueden causar a otros y en este caso es conveniente estimularles a que pidan perdón y vean la posibilidad de reparar el daño causado.

Por otro lado, la corrección es un estímulo en la formación moral de los hijos y ayuda a que estos vayan adquiriendo virtudes por la repetición de actos buenos, cuando también se reconozcan y valoren sus esfuerzos por conducirse bien y se realice con serenidad, sin descargar la propia agresividad o molestia sobre los hijos, buscando el bien de estos.

Es importante corregir, pero sin exasperar, teniendo en cuenta la fragilidad y los límites propios de la edad y siempre dejando un camino abierto a la confianza y oportunidad de superación.

2.- Paciente realismo: la educación moral de los hijos implica pedir sólo aquellas cosas que no le signifiquen a los hijos un sacrificio desproporcionado, es decir, se deben ir dando pasos de manera gradual, que puedan ser comprendidos y asimilados por los hijos. Esta educación moral requiere de un equilibrio entre dos extremos: por un lado el de una exigencia rígida que no toma en consideración las distintas fuerzas y recursos de cada hijo y por lo tanto arriesga la imposición  de cargas desproporcionadas y con ello la posibilidad de resentimiento o conductas puramente forzadas en los hijos y por otro lado, el del abandono a un desarrollo espontáneo de la libertad, sin ningún tipo de límite,  que lejos de conducir a los hijos a un verdadero actuar libre arriesga el que puedan ser  “esclavizados” por las tendencias del ambiente o por sus propias inclinaciones que no siempre están orientadas hacia el bien.

La delicada y trascendental tarea de los padres en la formación moral de sus hijos que ilumine y guíe su inteligencia, que forme y fortifique la voluntad y les permita ir adquiriendo ese obrar bien de manera permanente fruto de la virtud, será una importante contribución a la felicidad de sus hijos y al desarrollo de una mejor sociedad.

Para reflexionar:

1.- ¿En la formación moral de los hijos, qué importancia le doy al buen ejemplo y cómo lo expreso en la vida?

2.- ¿En qué puedo mejorar en la misión de la formación moral de los hijos?

3.- ¿Qué dificultades encuentro en esta misión?

 

María Montserrat Martín Martín

Instituto Berit de la Familia