Esperar y confiar: Un Súper Poder

“la esperanza mira al bien posible … por su propio poder y por el de otro”

Todas las personas esperamos algo. Ahora bien, ¿qué esperamos y por qué lo esperamos?

Somos seres históricos que vamos desplegando la vida a lo largo del tiempo y recorremos distintas etapas. Nos proponemos metas que nos abren nuevos capítulos y así sucesivamente. La esperanza se enmarca en esa dinámica propia de nuestra vida humana y por eso se vincula al sentido o a los porqués que motivan nuestros pasos. Pero no es lo mismo esperar que pasen las lluvias de invierno sin que provoquen muchos destrozos, o una sociedad justa y segura, o que mis logros humanos trasciendan en la historia humana, o que uno sea feliz plenamente en el cielo.

La esperanza es un movimiento interior que, según el análisis de Tomás de Aquino, responde a cuatro condiciones: que aspire conseguir un bien, que éste sea futuro, difícil y finalmente, posible de conseguir. Obviamente, lo ideal es que ese bien al que aspiramos sea un bien de verdad y no sólo aparente, es decir, de esos que nos perfeccionan o nos hacen mejores.

Especialmente ante situaciones complejas o más duras necesitamos de la esperanza porque si no, no haríamos nada para superarlas. Estoy pensando en situaciones como la pobreza, la falta de seguridad, los problemas de salud mental, la problemática de migración, situaciones de vulnerabilidad humana y social, por poner algunos ejemplos.

Desde ahí, es clave despertar el deseo o aspiración hacia algo que nos motive y nos ayude a dar lo mejor de nosotros mismos. Para luego, crear las ayudas necesarias que la hagan posible, que generen confianza.

En ese sentido, podemos ser motivo de esperanza para otras personas si les entregamos las herramientas o les ayudamos a conseguir lo que buscan. Y, como somos seres sociales por naturaleza llamados a vivir la fraternidad, es vital ser motivo de esperanza, devolver la confianza en uno mismo. La educación, por cierto, es una de las mejores herramientas para dar esperanza, así como la dedicación a cada persona que le ayuda a crecer.

El origen de la confianza es doble, según dice Santo Tomás: “Como la esperanza mira al bien posible, surge en el hombre un doble movimiento de esperanza, como doble es el modo de serle posible una cosa, esto es: por su propio poder y por el poder de otro” (Suma Teológica, I, cuestión 40, artículo 2, ad 1).

Necesitamos de otros. La dinámica de la esperanza lo exige. Pero los demás no siempre están disponibles, y eso puede disminuir la confianza, sobre todo si nos han defraudado antes. De ahí que sea lícito plantearse si habrá alguien en quien siempre confiar, que nos ame incondicionalmente y crea en nosotros a pesar de nuestras limitaciones. Su existencia aportará una certeza inamovible que nos hará dar lo mejor de nosotros mismos hasta límites insospechados. ¿Y no lo descubrimos en Quien nos ha dado el ser, lo mantiene y dio Su vida por cada uno?

Por eso la esperanza puede ser humana y también sobrenatural, cuando se trata de un objeto que supera nuestras fuerzas naturales y es Dios quien nos proporciona las ayudas para conseguirlo. Eso explica que solo Dios sea la causa más profunda de la esperanza orientada a aquellos bienes que nos superan, que son los sobrenaturales. Y que las personas podamos ser unos para otros como los instrumentos de Dios.

Dra. Esther Gómez