El Silencio base del Diálogo

Para poder dialogar y que este diálogo sea cada vez más un encuentro es importante considerar la necesidad del silencio en nuestras vidas.

El silencio no está de moda, reclamamos ser escuchados en nuestras demandas y necesidades; tenemos más posibilidades de estar conectados y continuamente estamos enviando y recibiendo mensajes a través de distintos canales. Pareciera que esto es lo que caracteriza nuestra vida en la actualidad. Sin embargo tenemos necesidad de hacer silencio en nuestras vidas. No nos referimos a un silencio que es vacío ni tampoco que esconde un temor a pronunciarse sino de un silencio que nos permite reflexionar, escuchar, atender a quienes nos rodean y que facilitará enriquecedores encuentros que harán nuestra vida más plena.

1.- El encuentro con nosotros mismos,

Vivimos con mucha frecuencia volcados hacia el exterior; somos como el hombre que sale de casa y deja las llaves dentro. Nos encontramos tan agitados por las circunstancias y problemas que se presentan en nuestras vidas que olvidamos la gran riqueza que tenemos en nuestro interior para responder a estas situaciones.  Somos seres libres y capaces de dar una respuesta original a aquello que nos acontece y rodea. La respuesta adecuada que cada uno podamos dar, dependerá tanto del conocimiento del mundo que nos rodea como del conocimiento que tengamos de nosotros mismos, con nuestras fragilidades y fortalezas y para ello es necesario volver la mirada a nuestro interior.

2.- El encuentro con el otro

El silencio nos permite conocer al otro sin dejarnos llevar de la precipitación y el prejuicio. En el silencio le dejamos un espacio para que se pueda expresar en lo que es, con su grandeza y con su fragilidad y percibir que es escuchado y comprendido más que juzgado; en definitiva que es acogido.

Si hacemos silencio podremos discernir mejor entre lo que hay que decir y lo que hay que callar; aprenderemos a decir la verdad con caridad. Esto facilitará la generación de vínculos de confianza tan necesaria para que podamos realmente encontrarnos con el otro.

El silencio  favorece  tomar conciencia de que en nuestras relaciones con los demás hemos sido heridos y también hemos causado daño a otros y de que existe un camino de reparación  restablecimiento del vínculo con el otro; el camino del perdón.

3.- El encuentro con Dios

“La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas, 2,16) El encuentro del profeta Elías con el  Señor en el monte Horeb no se da en el viento huracanado, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en el rumor de una brisa suave, (1 Reyes, 12,19).  Recordemos la experiencia de Cristo, quien también recurre en múltiples ocasiones al silencio que le permite comunicarse con su Padre. Pensemos en su retiro de casi tres décadas en Nazaret, su último  retiro al silencio del desierto por 40 días para prepararse a la vida pública, la frecuente escapada al silencio y a la soledad en la calma de la noche.

Haciendo silencio escuchamos en nuestro corazón la Voz de Dios, recibimos su Luz que nos permite iluminar los acontecimientos de nuestra vida, felices o adversos y  darles su sentido profundo sin dejarnos llevar por las apariencias. En la oración conocemos más y mejor el Amor que Dios nos tiene y que nos hace caminar alegres al sabernos hijos de tan buen Padre y llamados a comunicar esta alegría a los demás.

Como base de todo diálogo pensemos en ese silencio lleno de plenitud que nos permitirá comunicarla  a los demás enriqueciendo nuestras relaciones familiares, sociales y eclesiales.

Preguntas

1.- ¿Soy consciente del valor del silencio?

2.- ¿Tengo en mi día momentos de silencio?

3.- ¿Cómo puedo en mi vida hacer tiempos de silencio?