De la mano, cuando se inicia el camino

Alfonso Gómez-Lobo afirma que la familia es un bien humano básico, porque más allá de lo complejo y controvertido que pueda ser el tema de la familia en nuestros días, tener una buena familia contribuye al logro de la vida plena, de la felicidad, del ser humano.

En el camino hacia la conformación de una buena familia influye de manera importante el modo en el que se vive la etapa previa del noviazgo. El noviazgo es una etapa que tiene sus propias características que, bien vividas pueden ayudar mucho a la madurez personal de los novios y a la futura familia.

Uno de los elementos más importantes que debe estar presentes en toda familia y tampoco debe faltar en la etapa previa, es el amor.

Inmersos en una cultura consumista, en una sociedad que nos induce a “usar y tirar”, a “disponer de todo y enseguida” corremos el riesgo de convertir el amor en un objeto de consumo que no puede establecer el fundamento del compromiso de vida que implica la formación de una familia.

La palabra amor es susceptible de varios sentidos que es importante reconocer a fin de identificar qué tipos de relaciones se pueden dar entre las personas y cuál es el modo adecuado de expresar ese amor según el tipo de relación. No es lo mismo el amor como un sentimiento de atracción hacia algo y/o alguien que el amor de benevolencia, y así tampoco son iguales los vínculos que se establecen con motivo del amor sentimiento que los que se establecen por el amor de benevolencia, o el amor de amistad.

Cuando nos referimos al amor humano podemos distinguir entre otros, el amor sensible, el amor de benevolencia y el amor de amistad. El hecho de que hagamos esta distinción, no significa que estos tipos de amor se den por separado en la experiencia del ser humano o que sean contrapuestos, más bien tenemos experiencia de que en las relaciones que establecemos con los otros confluyen algunos de ellos.

El enamoramiento parte por un sentimiento de atracción hacia una persona, que nos resulta agradable por sus cualidades y que de alguna manera percibimos como un bien para nosotros. Este amor sensible está ligado al conocimiento sensitivo del ser humano y su objeto son los bienes o valores puramente materiales. El amor sensible nos mueve hacia la posesión de dichos bienes y cuando esto es posible nos sentimos muy contentos y cuando no es posible nos sentimos tristes. Todo esto ocurre en el campo de los sentimientos, en el terreno de la afectividad y aunque se percibe de manera intensa, no es el tipo de amor que permite establecer vínculos estables entre las personas. Tenemos experiencia de la inestabilidad y fragilidad de los sentimientos y por lo tanto tomar decisiones, sobre todo aquellas que implican un compromiso de nuestra persona, bajo la única influencia de estos sentimientos, no es buena opción y puede llevarnos a conductas que dejen profundas heridas tanto en nosotros como en los demás.

El amor humano también tiene un componente cuyo origen se encuentra en nuestras facultades más específicamente humanas. El amor puede entenderse como un acto de la voluntad humana. Aristóteles dice que “amar es querer el bien de la persona amada”. Este tipo de amor constituye el llamado amor de benevolencia. Se ama a la persona por si misma, no por lo que tiene o nos puede proporcionar, sino por quien es, y se desea el bien para ella. Este tipo de amor no sujeto a la inestabilidad permite el establecimiento de vínculos mas fuertes entre las personas y es el amor que propiamente corresponde a las personas.

Podemos decir que el amor de benevolencia es condición necesaria para que se dé un buen noviazgo, sin embargo, no es condición suficiente. Para ello se requiere que este tipo de amor de benevolencia se dé por ambas partes. No es una relación de noviazgo saludable aquella en la que se da el amor de benevolencia de manera unilateral, esto puede darse en otro tipo de relaciones, pero el amor entre los novios requiere reciprocidad, requiere un amor de amistad.

Llegar a este tipo de amor de amistad implica conocer a la otra persona, en sus virtudes y en sus defectos, identificar cuál es su bien y apoyarla en su camino hacia este. También implica conocerse a uno mismo, darse a conocer al otro como quien uno es y aceptar con gratitud su ayuda en el logro del bien propio; todo ello requiere tiempo y esfuerzo. Por un lado, esfuerzo intelectual para discernir donde está el bien para cada uno y para los dos, más allá de la influencia del ambiente o de las propias pasiones y esfuerzo de la voluntad para ponerlo en práctica a pesar de los diferentes obstáculos que puedan darse en el camino.

“El noviazgo es una etapa en la que los novios están llamados a hacer un buen trabajo sobre el amor, un trabajo partícipe y compartido, que va al fondo. […] El relato bíblico habla de toda la creación como de un buen trabajo del amor de Dios; el libro del Génesis dice que Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno (Gen 1,31). Solo al final, Dios descansó. Con esta imagen vemos que el amor de Dios, que dio origen al mundo, no fue una decisión improvisada. ¡No! Fue un buen trabajo. El amor de Dios creó las condiciones concretas de una alianza irrevocable, sólida, destinada a durar.” (Papa Francisco)

 

Para reflexionar:

1.- ¿Cómo puedo en mi vida ir cultivando las diferentes dimensiones del amor humano?

2.- ¿Qué obstáculos encuentro para ir creciendo en el amor y cómo puedo superarlos?

 

María Montserrat Martín

Instituto Berit de la Familia UST