Crecer en el Amor: Toda la vida, todo en común

Un saludo muy especial por el Día Internacional de las Familias, que “se celebra el 15 de mayo para crear conciencia sobre el papel fundamental de las familias en la educación de los hijos desde la primera infancia” (ONU).

Foto UNICEF/NYHQ2015-1935/Gilberston VII.

(Iniciamos un nuevo tema con textos también del capítulo cuarto de la exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco)

CRECER EN EL AMOR

  • 121. El matrimonio es un signo precioso, porque cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se “refleja” en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros.

Toda la vida, todo en común

123. Después del amor que nos une a Dios, el amor conyugal es la «máxima amistad» (Tomás de Aquino, Summa contra Gentiles, III, 123). Es una unión que tiene todas las características de una buena amistad:

  • búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad,
  • y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida.

Pero el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia. Seamos sinceros y reconozcamos las señales de la realidad:

  • quien está enamorado no se plantea que esa relación pueda ser sólo por un tiempo;
  • quien vive intensamente la alegría de casarse no está pensando en algo pasajero;
  • quienes acompañan la celebración de una unión llena de amor, aunque frágil, esperan que pueda perdurar en el tiempo;
  • los hijos no sólo quieren que sus padres se amen, sino también que sean fieles y sigan siempre juntos.

Estos y otros signos muestran que en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo. La unión que cristaliza en la promesa matrimonial para siempre es más que una formalidad social o una tradición, porque arraiga en las inclinaciones espontáneas de la persona humana.

124. Un amor débil o enfermo, incapaz de aceptar el matrimonio como un desafío que requiere luchar, renacer, reinventarse y empezar siempre de nuevo hasta la muerte, no puede sostener un nivel alto de compromiso. Cede a la cultura de lo provisorio, que impide un proceso constante de crecimiento. Pero prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada. Que ese amor pueda atravesar todas las pruebas y mantenerse fiel en contra de todo, supone el don de la gracia que lo fortalece y lo eleva.

125. El matrimonio, además, es una amistad que incluye las notas propias de la pasión, pero orientada siempre a una unión cada vez más firme e intensa. Precisamente por ser totalizante, esta unión también es exclusiva, fiel y abierta a la generación.

 

Los efectos del amor, en la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino: I-II, q.28