Amistad y tristeza

Amistad y tristeza

“El amigo que se conduele en las tribulaciones es naturalmente consolador”
(Suma Teológica, I-IIa, q. 38, a. 3, in c).

¡Cuánta razón tiene santo Tomás de Aquino cuando, al abordar los remedios contra la tristeza apunta al consuelo de los amigos como uno de los más eficaces! Nuestra experiencia personal lo confirma fácilmente, así como que le es inherente a la vida el pasar por momentos de alegría y de tristeza. La genialidad de Santo Tomás consiste en que permite identificar no sólo las causas y manifestaciones de estos movimientos afectivos, sino también sus remedios. Al tratarse de un fenómeno que afecta al ser humano, interesa la distinción entre los elementos objetivos de tales causas y, por otro lado, de su dimensión subjetiva, es decir, de la manera particular que tiene cada uno de vivenciar lo anterior.

En efecto, lo que promueve la tristeza es siempre la pérdida o la no consecución de algo bueno. Su ausencia se puede traducir incluso en la presencia de un mal, como una mala noticia, la pérdida de un ser querido, o tantas otras situaciones.
Pues bien, es fácil de entender que la ausencia del bien amado que provoca un vacío y su consiguiente afecto de tristeza se puede equilibrar o suavizar con la presencia que supla en cierta manera tal bien. Ese vacío ya no lo es tanto. La tristeza por eso puede moverse o mudar a otro afecto que genera un cierto alivio. De ahí que sí pueda remediarse con la presencia de un bien que la contrarreste y alivie, como son el deleite, las lágrimas, el consuelo del amigo y, en un grado más elevado, la contemplación de la verdad.

No es trivial esta enumeración, al contrario, pues gradúa la importancia y el valor de los remedios contra la tristeza. El amigo alivia la tristeza porque está manifestando su amor y su fidelidad, “lo cual es deleitable” por ser bueno en sí mismo y percibido además como tal. El amigo verdadero está para lo bueno y para lo malo, pero su presencia en momentos duros o adversos es más valiosa. Además, añade Santo Tomás, acompañar al amigo es como llevar con él la carga de su tristeza y eso le alivia.

La felicidad, como consecuencia, no se concibe de manera egoísta o aislada, sino compartida, y es por eso que la relación personal de amistad es la más consoladora y la que más feliz hace. Si un buen amigo es un tesoro, el mejor amigo será el mayor tesoro: por ser fiel, por amar incondicionalmente, incluso hasta perdonar de corazón las ofensas, como forma privilegiada de vivir la misericordia.

El encuentro entre la miseria y la misericordia en las personas de la pecadora arrepentida y de Cristo que propone el Papa Francisco [1], es bella imagen de cómo superar la tristeza –generada aquí por el mal obrar de la mujer. El perdón de Cristo “Amigo” no sólo le alivia, sino que le permite pasar la página y tener una nueva oportunidad.

Esther Gómez
Directora Nacional de Formación e Identidad

[1] Cfr. Carta Papa Francisco: “Misera et misericordia”